veces me siento bajo el cielo, cuando está despejado, y miro las estrellas diciendo, con mi voz ahora tan ronca: Señor, si estás en algún sitio allí arriba, si no tienes mucho trabajo, ven a decirme una palabra, pues estoy muy sola y será un placer. No ha pasado nada. No tengo más remedio que pensar que esta humanidad, de la que me pregunto si realmente formo parte, tenía demasiada imaginación.