Poner fin definitivamente al sufrimiento no parece una meta realmente deseable. No he venido para llegar a esto. No es que erradicar el sufrimiento no sea una meta noble, y lo puede ser para mucha gente, pero no es mi caso. La práctica me sigue guiando y sé que acabaré llegando a la Sabiduría, aunque en este momento no sepa ni siquiera en qué consiste. Los “efectos especiales” no resultan satisfactorios y solo me sirven para certificar donde estoy, tan lejos de todos, que las comparaciones empiezan a hacerse demasiado evidentes. Es en este punto en el que empiezo a constatar que los que todo el mundo buddhista da por válido y asienta muchos de sus postulados son colecciones de falsedades recurrentes que atentan contra la lógica y los mismos suttas.