Me arrodillé delante de la jaula y los ojos del gato se cruzaron con los míos, sin parpadear en ningún momento. Alargué un brazo entre los barrotes…
—¡Poppy! Ni se te ocurra meter la mano… —Casteel corrió hacia mí.
Tarde.
Las yemas de mis dedos acariciaron pelo suave justo antes de que la mano de Casteel se cerrara en torno a mi brazo. Dio un tirón para sacar mi mano de la jaula mientras el gato se estremecía … y seguía estremeciéndose.
—¿Qué está pasando? —Sentí una oleada de pánico mientras Casteel me arrastraba hacia atrás y me ponía en pie—. ¿Le he hecho daño? No pretendía…
Me paré.
Todos nos paramos y miramos.
Incluso Kieran.
El pelo del felino se puso de punta. Se sentó y siguió temblando con violencia. Una luz blanca con toques plateados se filtró en sus ojos, que empezaron a sisear y a chisporrotear. Debajo del lustroso pelo del animal, su piel empezó a brillar.
—Oh, por todos los dioses —gimió Delano—. De verdad que tienes que dejar de tocar cosas, Poppy.
El pelo se retrajo para convertirse en piel, que se alisó y se volvió de un tono dorado trigueño. Una mata de pelo largo, de un tono castaño rojizo, cayó hacia delante hasta rozar el suelo de la jaula, ocultando gran parte del hombre desnudo arrodillado ahora detrás de los barrotes, con el tronco pegado a las piernas. Los marcados huesos y los músculos de sus hombros y sus piernas mostraban lo frágil que estaba, pero a través del pelo apelmazado unos vívidos ojos verdes se clavaron otra vez en los míos.
El hombre se estremeció otra vez y, a la misma velocidad que se había convertido en mortal, volvió a convertirse en un felino grande. El gato quedó ahora tumbado sobre la barriga, temblando y tiritando, con la cabeza gacha.
—Lo preguntaré otra vez —masculló Kieran—. ¿Qué diablos?
—A lo mejor es un wivern —murmuró Delano, en referencia a uno de los linajes que se creían extintos—. O quizás un cambiaformas. Algunos de los más viejos podían adoptar la forma de un animal.
—No lo sé. —Casteel tragó saliva, consternado mientras contemplaba a la criatura—. Pero… tenemos que seguir adelante.
—¿Qué? —Me giré hacia él a toda velocidad—. No podemos dejarlo ahí.