Tenía el pelo oscuro y espeso, rizado en torno a la nuca, y a menudo caía hacia delante y rozaba sus cejas igual de oscuras. Las curvas y ángulos de su rostro me hacían desear haber tenido algún talento con una pluma o un pincel. Sus pómulos eran altos y anchos, la nariz sorprendentemente recta para un guardia; muchos de ellos habían sufrido al menos una fractura de nariz. Su mandíbula cuadrada era firme, y su boca, bien formada. En las pocas ocasiones que lo había visto sonreír, el lado derecho de sus labios se había curvado hacia arriba dando lugar a un profundo hoyuelo. Si tenía uno a juego en la mejilla izquierda, era algo que no sabía. Aunque sus ojos eran, de lejos, su rasgo más cautivador.