Graciela Montes

  • mellamogiselleidézettelőző év
    las palabras no sólo se sueldan entre sí, sino que se sueldan alrededor de nuestro pensamiento, y terminamos convirtiéndonos en prisioneros de ellas.
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    El “placer de leer” ha sido la bandera de una campaña necesaria, de una empresa honrada; se trataba de rescatar la lectura de los cotos cerrados y poco aireados en que estaba encerrada, aflojándole el corset, soltándole las trenzas, permitiéndole andar sin zapatos, propiciando en cierto modo el regreso a una “lectura natural”: a la lectura espontánea, a la codicia autónoma del texto. Absolutamente saludable y necesaria ventilación —insisto—, que se insertaba, por supuesto y como sucede siempre, en cambios de actitud más amplios, en muchos gestos nuevos.
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    El juego, que es en la infancia una actividad no solemne, claro está, pero sí perfectamente seria, en la que el que juega busca construirse un lugar en el mundo, de a ratos en forma gozosa —dominándolo—, de a ratos explorando casi a ciegas, buscando, o purgando tristezas, o anticipando temores, o enmendando faltas, pasó a ser el juego juguetón, el juego sin compromiso ni consecuencia.
  • Carolina Arraigada Juarezidézett7 hónappal ezelőtt
    Pero el efecto radicaba en lo que le sucedía a uno cuando estaba adentro del cuento y no en su contenido o en lo que “el cuento significaba”.
  • Carolina Arraigada Juarezidézett7 hónappal ezelőtt
    Por un lado, están los defensores de la verdad o del “contenido bueno”. Según ellos los cuentos son para enseñar, deben dejar una lección, dar buenos ejemplos, no deben ser malsanos, ni tortuosos ni contener yerbas malas. Por otro lado están los defensores del artificio. Según ellos los cuentos son para entretener, tienen que ser divertidos, ágiles, maravillosos, escalofriantes, emocionantes, chisporroteantes… y eso es todo. En el primer caso, es casi inevitable caer en los cuentos didácticos, las tiradas moralizantes y la censura. Y más modernamente, en los excesos de los “buenos modales políticos” —o political correctness—, que a veces se parece mucho a una Inquisición más bien torpe y despiadada. En el segundo caso, si no hay sino construcción y artificio inconsecuente, es fácil deri
  • Carolina Arraigada Juarezidézett7 hónappal ezelőtt
    En el segundo caso, si no hay sino construcción y artificio inconsecuente, es fácil derivar en la hiperproducción, la liviandad, las malas copias, las series, los cuentos de terror que salen como ristras de chorizos y la especulación de mercado.
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    lo que hizo Borges toda la vida, jugando en los bordes, quitándole la red de protección al lector y obligándolo, una y otra vez, a aceptar los mundos conjeturales, a habitar en el vacío.
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    Pero no porque los cuentos “digan de otra manera” ciertos asuntos o expliquen con ejemplos lo que nos pasa sino por las consecuencias que trae habitarlos, aceptar el juego. Por esa manera de horadar que tiene la ficción. De levantar cosas tapadas. Mirar el otro lado. Fisurar lo que parece liso. Ofrecer grietas por donde colarse. Abonar las
    desmesuras. Explorar los territorios de frontera,
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    frontera de una ficción que es artificio y verdad al mismo tiempo. Que cala otro territorio.
  • Carolina Arraigada Juarezidézett7 hónappal ezelőtt
    muchas veces, un trozo de literatura o un cuadro o una música fueron los únicos sitios donde me pude encontrar con personas con las que era imprescindible encontrarse.
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