David De las Heras

  • Irma Velazquezidézettelőző év
    ochenta y ocho teclas en un piano y, dentro de ellas, un universo entero.
  • Irma Velazquezidézettelőző év
    Imaginad todo lo que os gustaría decirle a alguien a quien queréis si supierais que va a morir, hasta las cosas que no podéis expresar con palabras. Imaginad que condensarais todos esos sentimientos y emociones en las cuatro cuerdas de un violín, que los concentrarais en quince minutos llevados al límite. Imaginad que de un modo u otro descubrieseis la forma de construir todo el universo de amor y dolor en que existimos, que le dieseis forma musical, que lo pusieseis negro sobre blanco y se lo regalaseis al mundo. Eso es lo que él logró, con creces, y todos los días esta pieza basta para convencerme de que en el mundo existen cosas que son más grandes y mejores que mis demonios.
  • Irma Velazquezidézettelőző év
    Ahora sé que la música cura. Sé que me salvó la vida, que me mantuvo a salvo, que me dio esperanza cuando no la había en ningún otro sitio.
  • Pony Neónidézett2 évvel ezelőtt
    Soy un dios alojado en el cuerpo de un toro
  • Pony Neónidézettelőző év
    Vaslav Nijinsky apenas conoció a la condesa húngara y aprendiz de bailarina en una ocasión en el barco. No hablaban el mismo idioma. Sin embargo, una noche, cuando la cubierta estaba vacía, se acercó a ella y le dijo: Mademoiselle, voulez-vou, vous et moi?, y señaló el dedo anular de su mano izquierda simulando ponerle un anillo. Después se sentaron en dos hamacas y el silencio y el cielo estrellado, la mar inacabable, los envolvieron como si estuvieran enamorados. Cuando llegaron a Buenos Aires se casaron.
  • Pony Neónidézettelőző év
    La mente de Nijinsky era oscura, enigmática. Incomprensible. En ella anidaban la venganza y la cobardía. La rebelión y la locura. El genio y la imbecilidad. O acaso ninguna de ellas.
  • Pony Neónidézettelőző év
    Pero Rómola le amaba. Obsesivamente, excesivamente. Amaba al bailarín, no al hombre. Al hombre no lo conocía. Amaba a la celebridad, a la estrella, al extraordinario intérprete que habitaba en su cuerpo de toro, en su mirada turbadora. Y quién era aquel hombre cuando dejaba de bailar. Qué era. Y a quién de los dos, al hombre o al genio, si acaso podían separarse, amaba Serguéi Diághilev. El todopoderoso Serguéi, que entró en cólera y expulsó del Ballet a Vaslav cuando se enteró de su boda. Se había quedado sin su amante a causa de su terror al mar. Una gitana le había predicho que moriría ahogado en un naufragio. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Náufrago del amor. Si acaso era amor eso que sentía.
  • Pony Neónidézettelőző év
    El libro de Rómola Nijinsky tiene una hoja seca en la página 51. Una hoja de arce, palmeada, con sus venas rojas, sus lóbulos y sus bordes dentados.
  • Pony Neónidézettelőző év
    ¿Sabes? Después de diez años sin verse, Nijinsky y su padre se reencuentran y bailan el uno para el otro. Imagínate qué momento. Lo cuenta Rómola Nijinsky en su biografía. ¿Has visto el libro? Te lo dejé en tu mesita de noche.
  • Pony Neónidézettelőző év
    Entonces Vaslav sonrió, su sonrisa irresistible, encantadora, dice Rómola, escribe Rómola, su encantadora sonrisa irresistible. Sí, agradecido por su herencia, aquel cuerpo que era el cuerpo de un toro, y soy un dios alojado en el cuerpo de un toro, papá.

    –Tienes que bailar para mí, Vatsa, hijo.

    –Y tú para mí.

    Y eso hicieron, bailaron el uno para el otro.

    Vaslav admiró los pasos imposibles de su padre, sus saltos prodigiosos que él había heredado.

    –Eres un gran bailarín.

    Foma se echó a reír. Se atusó el bigote. Aún tenía reminiscencias en la pierna que se había roto y que le había alejado de los escenarios durante meses.
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