Roy Galán

los patriarcados nos habitan por dentro,

determinan la construcción de nuestra identidad, nuestra sexualidad, nuestra forma de relacionarnos con los demás, nuestros sentimientos y emociones.

Nos da miedo no cumplir con las expectativas, no parecer una mujer «de verdad», no tener el nivel para ser deseada y amada (y es en este orden: para que un hombre te ame, primero tiene que desearte. Para poder ser deseada, muchas imitan primero el modelo de mujer con el que ellos se hacen las pajas, y luego imitan el modelo de las buenas esposas para poder ser amadas).

ni empatía, sino envidioso desdén, porque viene causado –como la resaca– por un placer.

Viajar y beber son, por lo tanto, una fuente de placer y culpa a partes iguales. Como el amor.

misoginia del viejo relato contado mil veces del hombre ladroncillo, delincuente, asesino y violento, pero majo, que encuentra la desgracia al enamorarse

Que confundamos nuestra voluntad con sus órdenes y nuestra libertad con el orden

porque, cuando lo experimentas, ¡te sientes de puta madre!»

se, el considerarse digna de un amor a la altura –al menos– del que sentimos por las personas –y hasta por los animales

a cima es el quererse, el gustarse, el considerarse digna