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Juan Gómez Bárcena

  • Rafael Ramosidézett6 hónappal ezelőtt
    Nada ha pasado desde entonces. Cada día ha sido el mismo día eternamente repetido, la misma espera, la misma búsqueda de razones para seguir viviendo. Encontrar un sentido a esta existencia maquinal de días y de noches, de tormentas de arena, de eclipses. Toda criatura necesita ese objetivo, un propósito para continuar procesando información año tras año. Nosotros no somos distintos. Olvidamos el porqué de nuestra vida en tiempos de los que ya no nos queda memoria y ahora vivimos la condena de ser sin razones. No poder desprendernos del instinto de almacenar datos inútiles cuyo valor no entendemos. Calcular todo cuanto conocemos y, sin embargo, no saber de nada que merezca la pena computar.
  • Rafael Ramosidézett3 hónappal ezelőtt
    «El hombre que encuentra que su patria es dulce no es más que un tierno principiante; aquel para quien cada suelo es como el suyo propio ya es fuerte; pero sólo alcanza la plenitud aquel para quien el mundo entero es un país extranjero».
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Un día, Bandica hizo llamar a los magos y sabios de la corte. Les dijo que su corazón moría de pena y que su única esperanza era encontrar la manera de ver de nuevo con vida a su amado. Por eso les consultaba a ellos, que todo lo sabían, para que le enseñaran la forma de remontar las aguas del tiempo hasta los días felices en que su esposo el rey aún vivía. Los magos se miraron con impotencia. Todo esto ocurría en tiempos muy lejanos, cuando el mundo era tan joven que aún estaba lleno de prodigios y hechos asombrosos; pero no tanto como para que simples mortales supieran rebobinar las ruedas del tiempo, cuyos ejes sólo conoce el Altísimo.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Una noche que contemplaban las estrellas, el mago señaló el cielo y entre otros muchos comentarios estériles dijo: «Mírelas, Alteza. Están tan lejos que su brillo continúa llegando hasta nosotros, aunque muchas de ellas ya se hayan apagado». Aquella noche la reina no pudo conciliar el sueño. Pensó en las palabras del sabio; pensó en el resplandor disperso del cielo y en cómo desde la tierra las estrellas muertas continuaban estando vivas. Pensaba en ellas al vestirse en silencio y aún seguía haciéndolo mucho tiempo después, mientras corría por el jardín del palacio aprovechando las sombras de la noche.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Bandica apresuró su paso. Llegó hasta donde llegan los hombres sensatos y después continuó hacia adelante. Atravesó las montañas desoladas que ni siquiera los buitres sobrevuelan y los pantanos en los que se hunden y extravían las mulas de los correos. A bordo de un balandro desvencijado cruzó los siete océanos y cada uno de sus insondables piélagos. Bandica no sabría decir si continuaba dentro de las fronteras de su reino o si estaba a punto de llegar al límite de la tierra, donde los mares se desvanecen en una catarata que cae eternamente. Pero cierto día encontró una isla, en esa isla una aldea, y en esa aldea una posada en la que los hombres pagaban sus rondas con monedas que tenían acuñada la efigie de un rey niño. Bandica sonrió y supo que por fin había llegado al lugar que buscaba.

    En aquella isla remota, la reina dejó pasar la vida entera. Año tras año creció con ese niño; en el reverso frío de las monedas vio definirse cada vez más claramente los rasgos que algún día amaría y cubrirse de nuevo de barba sus mejillas. Lentamente aprendió a amarlo como lo amaban sus súbditos: en la distancia.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Poco después llegó el barco del correo. Tenía el velamen negro y las banderas del reino ondeando a media asta, pero en el puerto no había nadie para apreciarlo. Del barco descendió un cortejo de plañideras que traían tristes noticias de la capital: pues el rey había muerto tras dolorosa agonía y su joven esposa había desaparecido en el desierto donde los viajeros perecen de sed, persiguiendo la locura de retroceder en el tiempo. No encontraron a nadie a quien comunicar las nuevas. Ni hombres trabajando en los sembrados ni pastores apacentando sus rebaños de cerdos y cabras. La isla estaba desierta. Las plañideras la recorrieron de costa a costa mesándose los cabellos y profiriendo tristes quejidos de dolor, pero nadie pareció escucharlas. Por último se dirigieron a la iglesia. En su camino se cruzaron con un grupo de hombres y mujeres que venían en dirección contraria, acompañando un féretro. Por un instante, cesaron en sus lamentos para preguntar qué sucedía, pero los desconocidos les indicaron con un gesto que callaran y continuaron su camino.

    Aquéllos eran los funerales por la anciana Bandica, conocida en toda la isla por su nobleza y por su costumbre de mirar fijamente las estrellas. Y eran tantos los que la acompañaban en su último viaje que las plañideras tuvieron que hacerse a un lado y esperar su paso.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Cuentan las leyendas cairas —aunque miente todo aquel que cuenta una historia— que Itata y Axime son padre y madre de todos los hombres, desde el más mísero hasta el más próspero. Pasados los siglos, la mayoría de los pueblos lo han olvidado y se refieren a ellos con nombres falsos y sacrílegos. Sólo los cairos recuerdan el verdadero nombre de sus padres, dicen los cairos.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Durante días y días, el relativista habló. Cuentan que, cuando cesó su monólogo, la lluvia y las termitas habían deshecho por completo la gigantesca mesa, y que con los escasos restos útiles se construyó una flota de cuarenta galeras
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Se cumplió así lo dispuesto, pues estaba escrito en la grupa de la yegua:
    «Viajarán más allá de nuestra muerte; comprenderán la relatividad de todas las cosas, y menguada su fe en nuestra existencia, nos disiparemos con ella en el viento».
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    «Viajarán más allá de nuestro nacimiento y nuestra muerte, después de lo cual su regreso será imposible».
    Tal parece haber sido la suerte del rey Aktasar. Dice la leyenda que aún continúa en el año 2374, atrapado en una época que no es la suya, y pese a todo dudando todavía de estar atrapado en una época que no es la suya. Algo más de tres siglos nos restan para desvanecer la posibilidad de esta bella teoría
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