Tales cosas decía, pero la espada, empujada con todas las fuerzas, atravesó las costillas y traspasó su pecho. Envuelve la muerte a Euríalo y la sangre corre por sus bellos miembros, y su cabeza, desmayándose, se inclinó sobre sus hombros, como una flor cuando, cortada por el arado, languidece al morir, o las adormideras, con el tallo agotado, cuando las lluvias les descargan su peso, doblan su cabeza.