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Noa Xireau

  • Valentina Bernalidézett2 évvel ezelőtt
    —¡¿Qué?! —Mi mandíbula se descolgó.

    —Nena, la idea de que mis hermanos jueguen contigo me excita. Sé que suena raro, pero me encanta la expresión de tu rostro cada vez que intentas resistirte a tus deseos más perversos.

    ¡Joder! ¡Habría dado cualquier cosa por verte ayer! Debiste haberlos impresionado si no fueron capaces ni de actuar con dos dedos de frente. Si a eso le añades el hecho de que podría haber participado con vosotros... Es algo que solo de imaginarlo me vuelve totalmente loco.
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    —¿Cariño? —Blake se acercó vacilante a mí—. Cariño, ¿por qué lloras?

    —Dios, ¡Blake! ¡Lo siento mucho! ¡No lo sabía! —¿Qué podía decir para que entendiera que todo había sido un malentendido? ¿Quién iba a creerse algo así? No había defensa para lo que había hecho.

    —Sssh... —Blake se arrodilló a mi lado y me abrazó—. No pasa nada, cielo. Solo ha sido una equivocación provocada por las circunstancias.
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    —Muy bien, princesa, creo que es hora de que tu príncipe cuide de ti y te alimente. — Blake me hizo un guiño.

    —¿Mi príncipe? —Mi corazón dio un respingo feliz.

    —¿No quieres que sea tuyo? —preguntó con una sonrisa juguetona, aunque no se me escapó el modo en el que escaneó mi cara en busca de una respuesta.

    —Te he echado de menos. No te imaginas cuánto —le confesé, concentrando todos mis sentimientos en el beso que le di.
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    CUIDADO CON LO QUE DESEAS
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    —Querrás decir para darle un repaso a las últimas conquistas de tus primos y hacer apuestas sobre si alguna de ellas tiene alguna oportunidad —replicó Betty con sequedad.

    —¡Mamá! —Katie abrió los ojos escandalizada—. No digas esas cosas delante de Karla.

    Betty hizo un gesto despectivo con la mano.

    —Es la única que he conocido hasta ahora que de verdad tiene posibilidades de llevar un anillo de los Cooper. Solo hay que ver lo pendientes que están los tres de ella.
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    —¡Se acabó! —escupí las palabras tan pronto llegué al lado de los dichosos Cooper—. Vais a entregarme esos malditos mandos a distancia ahora mismo o...

    Los tres juguetes se encendieron a la par a plena potencia. Mis rodillas hicieron el amago de ceder bajo mi peso y, con mi cuerpo aún sensible de la sesión anterior, me paralicé impotente.

    —¿Vas a correrte para nosotros, Karla? —La voz de Ethan sonó baja y ronca.

    —¡La gente! —Mi desesperada protesta fue poco más que un balbuceo.

    —Están todos pendientes del televisor, de espaldas a nosotros y nosotros de ellos —me aseguró Blake, rodeándome con un brazo a la altura de la cintura mientras usaba su pulgar para acariciarme a una distancia peligrosamente cercana a mi ingle.
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    con Leonard... —le tiré del cabello y lo atraje a mi boca—, me encantaba el modo con el que me concedía hasta el más mínimo capricho. Bastaba con pedírselo o…

    Exigírselo.

    —Suave y lento, pero ¡hasta el fondo! —le indiqué mordiéndole el labio inferior.

    Él me agarró por las nalgas y se enterró tan profundamente en mí, que nuestros cuerpos parecieron fusionarse.

    —Cielo, agárrate a mí... Como si jamás tuvieras intención de dejarme ir —masculló con un

    tinte cargado de desesperación.
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    —¿Y estabas preparado para esta conversación?

    Ethan se acercó a mí.

    —Lo creas o no, lo de anoche me afectó y mucho, y necesitaba encontrar una explicación de por qué ocurrió.

    —¿Por qué te impuso y a qué explicación llegaste?

    —Ven. —Ethan me ofreció la mano para llevarme hasta el diván que supuse que usaba para que sus modelos posaran para él—. ¿Sabías que Blake nos había hablado de ti?

    —No.

    —Pues lo hizo. Regresó de España fascinado por ti. Antes de que pusieras un pie en el rancho, Leonard y yo ya sabíamos todo lo básico sobre ti y algunas cosas no tan básicas. —Ethan me

    guiñó un ojo.

    —¡¿Me estás diciendo que Blake os contó las cosas que hicimos?!

    —No deberías extrañarte, somos hermanos y estamos muy unidos, aunque no es tan grave como crees. No sé lo que hicisteis con exactitud. Lo que sí nos contó fue cómo eras, cómo respondías a él y cómo le hacía sentir aquello.

    —O sea que, para cuando nos encontramos, ya tenías una idea de lo puta que soy y de que pensabas pasarme por el cepillo.

    —Deja de decir idioteces. No era para nada como lo que acabas de describir.

    —Pues tú dirás.

    —Tenía curiosidad por conocerte, pero tengo que admitir que, aunque había cosas que me gustaban de ti, en ningún momento esperé que consiguieras despertar sentimientos especiales en mí o que mi cuerpo reaccionara a ti como lo hizo.

    —¿A qué te refieres?

    —¿Vas a decirme que tú no lo has sentido? ¿O es que necesitas que te diga lo que tú misma no te atreves a admitir?

    Me levanté de un salto del sofá y me fui a la otra esquina de la sala.

    —No sé lo que he sentido. Es todo demasiado confuso. Además, eso no responde a lo que te he preguntado.

    Ethan tomó una profunda inspiración.

    —De acuerdo, lo diré yo. Eres guapa, tienes un cuerpo sexi, y me bastó echarle un vistazo a la foto que me enseñó Blake y lo que me contó para que quisiera follar contigo. No soy ni he sido un santo, pero lo normal es que, después de acostarme una vez con una mujer, no suela repetir esa misma noche y desde luego nunca paso de dos. Es todo lo que necesito para satisfacer mis necesidades. Contigo fue diferente. Durante la cena se convirtió en una obsesión poner a prueba tus reacciones, verlas, provocarte, incluso el sufrimiento que me provocaba el tener que controlar mi necesidad por hundirme en ti. Pensé que, en cuanto te tuviera, se me pasaría todo, pero no fue así. En vez de la dulce sumisa que me había descrito Blake, encontré a una mujer fuerte y decidida que sabía lo que quería y que no dudaba en exigírmelo. Me dejaste ser el animal que rara vez dejo libre y hasta me pedías más.
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    —¿Y ahora qué? —pregunté tras un tenso silencio.

    —Depende de los objetivos que tengas en mente.

    —¿Cómo podemos hacer que esto funcione y que podamos convivir durante estas semanas sin pensar continuamente en lo que ha pasado?

    —¿Y sin que vuelva a pasar? —Ethan encogió los hombros cuando le dirigí una mala mirada

    —. ¿Quieres la respuesta que te daría una persona normal o la que te daría alguien con una creatividad un tanto excéntrica?

    —Persona normal.

    —Ni idea.

    —¡Ethan!

    —¿No es esa la respuesta que te daría una persona normal?

    —¡Dios! Retiro lo que he dicho antes. No tienes nada de normal.

    —Gracias.

    —Eres un capullo integral.

    —¿Eso es un cumplido o un insulto?

    Me conformé con responderle con la mirada.

    —¿Qué consejo me daría un artista con una creatividad un tanto excéntrica?
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    —Pero nada como sus fajitas —se reafirmó con una sonrisa pícara.

    —¿Las hace muy picantes?

    —Espera. —Ethan miró a su alrededor y fue hasta la mesa a por un tenedor con el que pinchó un poco de su plato—. Abre la boca.

    —Mmm… Tienes razón. Están deliciosas.

    —Eres una mujer cruel.

    Abrí los ojos, sorprendida.

    —¿Yo? ¿Por qué? —Parpadeé. ¿Qué había hecho?

    Ethan se inclinó hacia mí.

    —¿Tienes idea de lo que me provoca que hagas ese tipo de ruidos y pongas esa expresión de éxtasis? —murmuró al lado de mi oído.

    Un cosquilleo me recorrió solo de pensarlo. Necesité una ingente cantidad de fuerza de

    voluntad para ignorarlo.

    —¡Ethan! —Le di un manotazo en el hombro—. Acordamos que nada de insinuaciones sexuales.

    Con una carcajada, Ethan se volvió hacia la mesa.

    —Que yo recuerde solo hablamos de no follar. Todo lo demás se encuentra en la frontera de lo posible.

    —¡Sssh! No hables tan fuerte —lo reñí mirando por encima del hombro por si alguien lo había escuchado.

    Ethan sacudió la cabeza.
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