Jaime Labastida

  • Rafael Ramosidézettelőző év
    La pasión y la inteligencia son en principio hermanas antagónicas; porque el verdadero artista es quien hace el camino de ida y vuelta a la locura
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    María Zambrano, una de las grandes pensadoras de nuestro tiempo, lo dijo muy claramente: “No se encuentra el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía. En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía al hombre en su historia universal, en su querer ser. La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia. La filosofía busca requerimiento guiado por un método”.
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    Los griegos, que concibieron lo mejor de aquello que como especie podemos ufanarnos, se dieron cuenta de que el hombre sintió necesidad de establecer la filosofía como disciplina para guiar las pasiones y conseguir, de tal modo, la excelencia humana. No se trataba de reprimirlas, sino de darles cauce, de permitirles que no nos destruyeran
  • Rafael Ramosidézettelőző év
    Desde muy joven, Jaime Labastida se sintió atraído por ese imán poderoso, exigente y complejo. En la precisión cartesiana halló caminos que su inteligencia y sensibilidad le dictaban. Sin embargo, la satisfacción es consuelo de los tibios, y el joven Labastida comprendió que había que ejercer la otra arma que su vocación temprana había descubierto, también, como la filosofía, de manera fatal e insobornable: la poesía, esa práctica absurda y estoica que no se vende porque no se vende.
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    “El hombre es la única criatura que se rebela a ser lo que es”, descubrió Albert Camus, autor que, como Labastida, supo encauzar su sensibilidad a través de los caminos de la filosofía y la sensibilidad lírica
  • Rafael Ramosidézettelőző év
    Desde los textos de su primer libro, El descenso, cuando tenía apenas 21 años de edad, es notoria su preocupación por hacer del poema una estructura verbal donde, a manera de una catedral, cada piedra, cada trabe, cada arco, diga su parte en el todo. El poema que abre el libro, “Estaciones de un pueblo”, constituye una poética. Allí está la permanente injusticia, el rencor vivo de nuestros pueblos de mujeres enlutadas, de nuestras tierras flacas y nuestro mal país
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    Acudamos al tema de los amantes, esos guerreros que en su propia batalla, en su íntima y permanente pugna saben que amar es combatir. En uno de sus primeros poemas, Labastida afirma:
    Yo te estrecho,
    yo te estrecho.
    Somos los dos turbias bestias
    crucificadas en los brazos del otro.
    El antiguo sueño azul se desbarata.
    He aquí la vida, hermosa y dura.
  • Rafael Ramosidézettelőző év
    Y en unos versos del libro Dominio de la tarde, publicado tres decenios más tarde:
    Aquí, donde entra a saco
    esta insolente luz que todo tienta,
    un edificio de palomas crece.
    Los amantes se abrazan con dulzura;
    dos dagas de topacio, tensas
    como un relámpago desnudo.
  • Rafael Ramosidézettelőző év
    Labastida nos convence de lo que ha sido para él práctica vital e intelectual: el cultivo de la palabra y el pensamiento como única manera para defendernos mejor no sólo contra las adversidades que como animal solitario y animal de silencios nos corresponde vivir, sino la aventura colectiva de hacer más digna e íntegra nuestra estancia en la Tierra
  • Rafael Ramosidézettelőző év
    Recogemos toda la historia acumulada, de la misma manera que en nuestro cuerpo están a un tiempo el mineral y el vegetal, el protón y la célula, la química y la historia, la biología y la palabra
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