Paula Vázquez

En la infancia todo es hoy. En la vejez todo será ayer.

En sánscrito «amor» y «memoria» se dicen con la misma palabra: smara. La lengua. La lengua madre.

, lo más importante, limitadas obligaciones de compartir tiempo y espacio con otros seres humanos

y, lo más importante, limitadas obligaciones de compartir tiempo y espacio con otros seres humanos.

Crecí con la certeza de que mi cuerpo contenía, en algún rincón oculto, el elemento primario que daba forma a todos los modos de la maldad.

Las marcas de la infancia son duraderas, no se van con la técnica de las palabras sanadoras ni con la acumulación de aquello de lo que entonces carecíamos, caricias, vestidos o un lugar propio donde alejarse de todo.

Ella lo sabía: la culpa es el combustible más eficiente del mundo.

madre era muy joven cuando se casó, desde chica se había destacado por su inteligencia pero su vida pronto quedó recortada a criar hijos y a las peleas sistemáticas

movimiento continuo de los engranajes cotidianos que diseñó para sí misma hizo de ella una mujer pequeña y rencorosa, un vórtice de nervios y agresión insatisfecha que mordía repasadores con violencia para intentar ocultar la maldición secreta hacia los hijos que, en su cabeza, la ataban a esa vida y a

Pienso en llevar bidones llenos de nafta, rociar el perímetro de la casa y hacerla arder con todos adentro.