Me detuve, miré a mi alrededor, después al cielo, y caí de rodillas. En aquel momento yo sabía muy poco de mí y del mundo, no tenía sino una única frase en mi cabeza: «En la angustia clamé al Señor y Él me contestó desde el espacio en libertad».
No recuerdo cuánto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo mi jaculatoria. Pero estoy seguro de que aquel día, en aquel instante, mi vida comenzó de nuevo. Fui avanzando, poco a poco, hasta volverme otra vez un ser humano.