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Pablo Vierci

  • Maria paz Moyanoidézett10 hónappal ezelőtt
    Con esa pared choqué una y otra vez, porque no terminaba de entender que había un límite que no ponía yo, sino alguien más.
  • Evelin Ivana Andradeidézett10 hónappal ezelőtt
    nos ocurrió decir que, si muero, entrego mi cuerpo para que los demás lo usen, que será un honor para mí que, si mi corazón se detiene, mis brazos trabajen y mis piernas caminen y mis músculos actúen y formen parte del proyecto de vivir para poder decir que Roberto nunca se dio por vencido y murió luchando por sobrevivir
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    el miedo es una fantasía, pasale por arriba y verás que se desvanece
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    Aprendí armas nuevas: sanarse es la actitud de sobrevivir sin importar los golpes
  • Sol Ríosidézett9 hónappal ezelőtt
    Aunque jamás podría imaginar lo que vendría después: una muerte encapsulada, en pequeñas dosis, gota a gota.
  • Kat Gomezidézett10 hónappal ezelőtt
    Siempre me digo que mi gloria fue haber tenido semejantes amigos en la montaña, y muchos de los mejores son los que no volvieron, chicos que lucharon igual que nosotros o más, y entregaron su intuición, su instinto, su inteligencia, su valor.
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    A los pacientes no les importan las normas que rigen a la corporación médica porque ellos entran y salen. Las mías son las formas de la montaña, duras, implacables, afianzadas en el yunque de la naturaleza agreste en su estado más primario, que solo buscan un único resultado posible: la incesante lucha por seguir respirando
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    Sentía que no podía haber en la Tierra un ser más desgraciado. Pero cuando movía los músculos y percibía que todo el engranaje de mi organismo respondía a las señales que le enviaba mi cerebro, experimentaba lo contrario: no había en la Tierra un ser más afortunado, y por eso, debía ser el más agradecido
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    Mi Dios, en cambio, se había disociado. Estaba el Dios del llano, el de los «no», el de los diez mandamientos, el que ordenaba «no robes», «no mientas». Pero mi Dios de la montaña era diferente: era el Dios al que le expresaba que si bien sentía que la eternidad era el destino, a la vez le imploraba que me dejara permanecer un poco más en la Tierra. Era el Dios amigo, al que le pedía que me ayudara a atravesar la cordillera.
  • Dayana Jiménezidézett9 hónappal ezelőtt
    Aprendimos deprisa que los fracasos son el costo operativo del éxito.
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