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Louis-Ferdinand Céline

  • lilidézett2 évvel ezelőtt
    Un esqueleto, pese a todo, se parece un poco a un hombre… Está siempre más
  • lilidézett2 évvel ezelőtt
    listo para revivir que unas cenizas… Con las cenizas, ¡se acabó
  • lilidézett2 évvel ezelőtt
    Lo único que cuenta es la vida
  • Adal Cortezidézettelőző év
    Deseos de eternidad.
    El cañón para ellos no era sino ruido. Por eso pueden durar las guerras. Ni siquiera quienes las hacen, quienes están haciéndolas, las imaginan. Con una bala en el vientre, habrían seguido recogiendo sandalias viejas por la carretera, que aún “podían servir”. Así el cordero, rendido en el prado, agoniza y pace aún. La mayoría de la gente no muere hasta el último momento; otros empiezan veinte años antes y a veces más. Son los desgraciados de la tierra.
  • Adal Cortezidézettelőző év
    Yo era demasiado complaciente con todo el mundo y lo sabía de sobra. Nadie me pagaba. Visitaba de balde, sobre todo por curiosidad. Es un error. La gente se venga de los favores que le haces. La tía de Bébert aprovechó, como los demás, mi desinterés orgulloso. Abusó incluso más que la hostia. Yo me hacía el tonto, les dejaba mentirme. Les seguía la corriente. Me tenían en sus manos, lloriqueaban, los enfermos, cada día más, me tenían a su merced. Al mismo tiempo, me mostraban, bajeza tras bajeza, todo lo que disimulaban en la trastienda de su alma y que no enseñaban a nadie, salvo a mí. No hay dinero para pagar esos horrores. Se te cuelan entre los dedos como serpientes viscosas.
  • Adal Cortezidézettelőző év
    Con las palabras todas las precauciones son pocas, parecen mosquitas muertas, las palabras, no parecen peligros, desde luego, vientecillos más bien, ruiditos vocales, ni chicha ni limonada, y fáciles de recoger, en cuanto llegan a través del oído, por el enorme hastío, gris y difuso, del cerebro. No desconfiamos de las palabras y llega la desgracia.
    Palabras hay escondidas, entre las otras, como guijarros. No se reconocen en especial y después van, sin embargo, y te hacen temblar la vida entera, en su fuerza y en su debilidad… Entonces viene el pánico… Una avalancha… Te quedas ahí, como un ahorcado, por encima de las emociones… Una tormenta que ha llegado, que ha pasado, demasiado fuerte para uno, tan violenta, que nunca la hubiera uno imaginado solo con sentimientos… Así, pues, todas las precauciones son pocas con las palabras, esa es mi conclusión.
  • Arístides Luisidézettelőző év
    nuestros padres eran como nosotros. ¡No hables mal de ellos!…”.

    “¡Tienes razón, Arturo! ¡En eso tienes razón! Rencorosos y dóciles, violados, robados, destripados, y gilipollas siempre. ¡Como nosotros eran!
  • Arístides Luisidézettelőző év
    pero, en fin, estamos todos sentados en una gran galera, remamos todos, con todas nuestras fuerzas
  • Arístides Luisidézettelőző év
    n marrano con alas de oro y que se tira por todos lados, panza arriba, en busca de caricias. Ese es, nuestro señor.
  • Arístides Luisidézettelőző év
    ¡Demasiado tarde! Habían cerrado la puerta a la chita callando, los civiles, tras nosotros. Estábamos atrapados, como ratas.
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