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Soraya Chemaly

  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    En 2017, Erin B. Godfrey, Carlos E. Santos y Esther Burson estudiaron la autoestima en un grupo de niños de escasos recursos, pertenecientes a minorías étnicas, y descubrieron que su creencia en un sentido de igualdad universal afectaría su conducta más adelante. Observaron también que los niños que creían en la equidad y en la meritocracia eran, en sexto año, “buenos” estudiantes. Eran escrupulosos, trabajaban duro y, en términos generales, reportaban tener altos niveles de autoestima. Dos años después, sin embargo, quienes más creían en la igualdad básica del sistema y, por ende, en la capacidad del individuo para superar cualquier obstáculo, no sólo experimentaron un decremento considerable en sus niveles de autoestima, sino que fueron quienes reportaron conductas destructivas y criminales en mayor medida. Mientras más creían en la meritocracia, más batallaban para asimilar los episodios de desigualdad y más confianza perdían en sí mismos
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Los hallazgos de los tres especialistas bridan explicaciones más amplias sobre las experiencias de las niñas, incluso de las más privilegiadas, en términos raciales y de clase social. Conforme las niñas se acercan a la pubertad y se ven cada vez más obligadas a silenciar su ira, varias empiezan a manifestar las conductas problemáticas y de riesgo observadas en el estudio, tales como demostraciones de angustia, lesiones autoinfligidas e hipervigilancia, un estado de alerta ansioso frente a los posibles riesgos del entorno. En la secundaria, las niñas que antes se consideraban “buenas” comienzan a mostrar comportamientos problemáticos, como mentiras, ausentismo escolar y actitudes antisociales. El acoso se dispara durante ese periodo, mismo en el que las jóvenes tienden a refugiarse en la agresión, el sarcasmo, la apatía y la crueldad. En esta época también se hacen evidentes formas prematuras de angustia o lesiones provocadas a sí mismas.
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    El apoyo de los padres parece ser lo más crucial para que una niña se mantenga fiel a sí misma, aunque también es importante que la comunidad a la que pertenece no sólo reconoce la discriminación, sino que también construye mecanismos de resiliencia para afrontarla. Más interesante aún es que los niños negros admiran a las mujeres negras —como madres, como miembros valiosos de familias numerosas y como líderes de su comunidad— de formas en que los niños provenientes de otro origen étnico no lo hacen
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Cuando nos enseñan que nuestra rabia es indeseable, egoísta, débil y fea, aprendemos que nosotras somos indeseables, egoístas, débiles y feas. Cuando evitamos hablar sobre la ira, porque representa riesgo o peligro, o porque trastorna el statu quo, también olvidamos valiosas lecciones sobre el peligro, los desafíos y la incomodidad del statu quo. Al establecer como norma que las mujeres no pueden mostrar enojo sino tristeza, al insistir en que se guarden su rabia para sí mismas, silenciamos las demandas y los sentimientos de una mujer, y los reducimos a su mínima expresión social
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Los insultos son el detonador más común de la ira porque generan desequilibrios sociales, aunque no estemos conscientes de ello. ¿Por qué las estudiantes no se sintieron insultadas?
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    La indignación es una poderosa reacción emocional a lo que insulta o amenaza la dignidad. Es un tipo específico de ira anclado en la creencia de que estamos recibiendo un trato injusto. Para sentir indignación, es necesario saber cuánto valemos y tener conciencia de que se transgredió algún valor o norma importante. Someter a alguien a la indignidad es hacerle sentir vergüenza o dañar su autoestima. La indignidad es la esencia de la humillación, la vergüenza y la pérdida del prestigio y del orgullo; es la punta de lanza de la deshumanización y la violencia.
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Otro estudio que también encuestó a niñas demostró algo significativo: la mayoría de ellas creía que manifestar enojo las hacía ver feas; por ende, cuando se enojaban, de forma inconsciente decidían no comer y tiraban el almuerzo o las golosinas a la basura. Asociar la ira con la fealdad coincide con el deseo de agradarles a otros y ser más atractiva, es decir, ser “bonita” y no fea
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    En 2015 se realizó una encuesta a casi 2,000 personas de entre siete y 21 años de edad en el Reino Unido. El sondeo reveló que 55 por ciento de las niñas pensaba que, por el simple hecho de ser mujer, no podía hablar con libertad; además, para 57 por ciento de ellas, las expectativas de género determinaban su comportamiento escolar y su forma de vestir. En la vida diaria, aquellos comentarios suelen conllevar la imposición implícita de la vergüenza
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Algunas personas consideran que el problema no radica en el hecho de que las mujeres sean o no seres humanos, sino en la forma en que asumir que sí lo son nos confronta con nuestra vulnerabilidad en tanto que nacemos, morimos y nos deterioramos. Nuestro físico y lo que engloba —fluidos corporales, sangre, leche materna— aterroriza y causa una reacción defensiva que implica que nos conviertan metafóricamente en objetos
  • Eliana Sotomayoridézettelőző év
    Dado que es imposible alcanzar un estado de perfección ideal, tanto como es imposible evitar a toda costa la repugnante degradación, las mujeres tienden a sentirse culpables por su apariencia. En una encuesta a adolescentes, 94 por ciento de las chicas creía que su cuerpo era feo, inapropiado y defectuoso, en contraste con 64 por ciento de los chicos que declaró lo mismo. La insatisfacción, el asco, la ira y la vergüenza que las mujeres sienten respecto de su cuerpo son tan universales que las y los especialistas se refieren a esta combinación como “descontento normativo”
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