La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.
- ¿Quién eres tú? - dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:
- Apenas sé, señora, lo que soy en este momento… Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
- ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó la Oruga con severidad- . ¡A ver si te aclaras contigo misma!
- Temo que no puedo aclarar nada connnigo misma, señora - dijo Alicia- , porque yo no soy yo misma, ya lo ve.
- No veo nada - protestó la Oruga.
- Temo que no podré explicarlo con más claridad - insistió Alicia con voz amable- , porque para empezar ni siquíera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante.
- No resulta nada - replicó la Oruga.