Alejandro von Düben

  • Elizabeth Alvarez Joséidézettelőző év
    21
    A partir de esas experiencias, quise volverme un fantasma. Para qué estar aferrada a mi cuerpo, si cualquier cosa o persona podría hacerle daño. Hubiera deseado que mi lenta desaparición apareciera desde antes. Que mis ojos dejaran de verme. Que únicamente quedara la voz de mis pensamientos. Que ni aun siendo una gran chef, pudiera encontrar mi sabor. Que mi olor se perdiera en el viento. Que mi tacto sólo tocara la niebla.

    Me obsesioné con los fantasmas. Pero no con los que son puro espanto, sino con los fantasmas que vagan perdidos en sí mismos, atrapados en algún lugar sin tiempo, sin cuerpo, sin sentido.
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    Deteníamos a las personas para mostrar fotos de Meme y preguntar si lo habían visto. Nos deteníamos frente a cada gato para mirarlo bien, acariciarlo y sentirnos solos por la ausencia del que nos era familiar. Recorrimos kilómetros y kilómetros en bicicleta sin dar con ningún felino gris, rechoncho, de tres años y medio, con cara de pocos amigos, pero más ronroneador que un camión de otro siglo.
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    No saber de él me hacía sentir una bola de pelos en la garganta.

    Tenía un arañazo en el corazón.
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    Creía que pronto volvería a casa. Pasaron los días y mi ilusión se transformó en pesadilla. Ahora simplemente quería saber si estaba vivo o no. Si mi gato ya sólo era un recuerdo maullando en mi cabeza.
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    En el mundo de las apariencias no habría un lugar para mí.
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    Aunque parezca que no puedas leerte, no dejes de escribir tu vida.”
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    naufragar por internet sin rumbo fijo,
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    Me cansé, mucho más de la cabeza y del corazón, que de los pies y de la espalda. Suspiré cuando la noche me cayó encima.
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    Volví a casa dando lástima, como si hubiera perdido un reino que nunca existió. Ni siquiera cené. Fui directo a la cama y me puse a llorar por Meme, por ella, por mí, por quienes me parecían más un sueño que seres de este mundo.
  • Elizabeth Alvarez Joséidézettelőző év
    Si no averiguaba lo que pasaba, mi gato estaría ausente y presente al mismo tiempo.

    Nada más lo acaricié con el dedo gordo del pie y dejé que su ronroneo —tan real como un ensueño— me hiciera perder la razón.
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