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Iván Turguenev

Rudin

  • Adal Cortezidézettelőző hónap
    Natalia recobró el ánimo, se levantó, se enjugó los ojos, encendió una vela, quemó en su llama la carta de Rudin y arrojó las pavesas por la ventana. Luego abrió al azar un libro de Pushkin y leyó los primeros versos que vieron sus ojos (a menudo ella intentaba adivinar así el destino), que decían así:

    A quien sintió le inquieta
    el fantasma de los días irrevocables...
    Nunca más conoce el encanto
    y le muerde la serpiente
    del recuerdo y del remordimiento.
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