El cáliz y la espada

Como destacan los historiadores de las religiones, durante la prehistoria y, en gran medida, hasta bien entrado el periodo histórico, la religión era la vida y la vida era la religión

A fin de cuentas, el arte neolítico, y sobre todo el arte minoico, más desarrollado, parece expresar la idea de que la función primordial de los misteriosos poderes que gobiernan el universo no es exigir obediencia, castigar y destruir, sino dar.

Y su‍­per‍­pues‍­tas a estas dos fuen‍­tes de datos se en‍­cuen‍­tra la fuen‍­te de in‍­for‍­ma‍­ción sobre la pre‍­his‍­to‍­ria más va‍­lio‍­sa: el arte

Lo que sí se encuentra por todos sitios —en santuarios y casas, en pinturas murales, en los motivos decorativos de las vasijas, en esculturas de bulto redondo, en las estatuillas de arcilla y en los bajorrelieves— es una amplia variedad de símbolos basados en la naturaleza. Asociados con el culto a la Diosa, dan testimonio del sobrecogimiento y el asombro que profesaban hacia la belleza y el misterio de la vida.

Tampoco se encuentran aquí —lo que de nuevo supone un contraste respecto a las sociedades posteriores basadas en la dominación— grandes provisiones de armas u otros signos de la aplicación intensiva de tecnología material y recursos naturales a la fabricación de armas.

Lo que es destacable de estas sociedades neolíticas adoradoras de la Diosa —y que también supone un fuerte contraste con los restos hallados de sus primeros y más primitivos invasores, que ejercían la dominación masculina— es la ausencia de fastuosas tumbas de caudillos.

Porque lo que un pueblo no representa en su arte puede decirnos mucho más sobre él que lo que sí muestra

También nos dice mucho sobre cómo pensaban, ya que el arte neolítico es realmente un tipo de lenguaje o clave simbólica que expresa cómo las personas de ese momento experimentaban y daban forma a lo que llamamos realidad.

Se asienta sobre conclusiones sacadas a partir de datos fragmentarios interpretados para ajustarse al modelo tradicional de nuestra evolución cultural, entendida como progresión lineal desde el hombre primitivo al llamado hombre civilizado

Prácticamente todo lo que hemos aprendido a considerar nuestra evolución cultural ha sido, de hecho, interpretación