Estampida

Yo fui una de esas muchachitas pero fue distinto, por eso un día nos prometimos no incidir. Yo dejé el arrojo, tú subiste a tu hija al camión.

Mi hermana tiene la teoría de que no está arrepentida de habernos parido, pero hay algo que no se le da en esto de cuidar a otros; prefiere cuidar de sí misma.

“Envejecer contigo”. Había varias formas de no seguir con esto y elegí la siguiente: yo a vieja no voy a llegar. Probablemente me mate antes.

Soñé que de mi muslo nacía una tortuga

Ambos, viejos y niños, dan de comer a las palomas e incluso las toman, las acarician y les hablan, mientras a nosotras nos cae tintura fresca por el cuello y coleccionamos fotos de leopardos

Hasta ahora no he llegado a ese estado de placidez. Me pregunto si las madres de ese pueblo, estén donde estén ahora, sienten algo así. Lo que yo sentía cuando salía de la ducha, con el cuerpo tibio y laxo.

Algunas han vuelto, sabe. Pero no se han quedado. Las he visto aparecer durante las noches y merodear los patios. Siluetas difusas que se van sin dejar rastro

Fue un sábado. Y fue una estampida. Una multitud de madres, como una manada enardecida, salió corriendo del pueblo, sin rumbo ni propósito

yo tengo mi creencia: los niños no provocaron la huida de las madres. Lo que no quisimos hacer nosotros, a ellas nunca les molestó. La madre no claudica, aferra al cachorro aunque sea huraña.

El movimiento se llamaba MER: Madres en retirada.