Below Zero

—Hannah. —Se desabrocha el cinturón de seguridad y se inclina hacia mí, de modo que no tengo más remedio que mirarlo a los ojos. Se ve serio y casi ofendido—. He pensado en lo que sucedió en mi oficina todos los días durante los últimos cinco años. Te ofreciste a acostarte conmigo, y yo solo… me avergoncé a mí mismo, y debería ser el recuerdo más mortificante que tengo, pero por alguna razón se ha convertido en el eje alrededor del cual giran todas mis fantasías, y… —se estira para pellizcar el puente de su nariz—…Quiero follarte. Obviamente. Siempre lo quiero. Simplemente no quiero follarte una vez. Quiero hacerlo mucho. Por mucho tiempo. Quiero que vengas a mí para tener sexo, pero también quiero que vengas a mí cuando necesites ayuda con tus impuestos y con la mudanza de tus muebles. Quiero que jodidamente sea solo una de las millones de cosas que hago por ti, y quiero ser… —Se detiene. Parece recuperarse y se endereza, como para darme espacio. Para darnos espacio—. Lo siento. No quiero acosarte. Puedes…

—Parece improbable, ya que ya me gustas.

A unos metros de nosotros, dos hombres altos hablan en voz baja. Reconozco a Liam y Erik por sus apariciones como invitados en nuestros encuentros nocturnos de FaceTime y los saludo con mi mejor expresión de Estas dos, ¿tengo razón? Me devuelven el saludo y responden con asentimientos cariñosos que me dicen que están 500 por ciento de acuerdo.

—Hannah, no hay otro lugar en el que prefiera estar.

Al día siguiente, nuestro beso está en la portada del New York Times

Al día siguiente, nuestro beso está en la portada del New York Times

—Tienes las tetitas más perfectas. Siempre lo pensé. Desde la primera vez que te conocí. Especialmente la primera vez que te conocí. —Chupa una mientras pellizca la otra. Él es… preciso. Bien. Entusiasta. Sucio—. Son tan bonitas como las colinas de Columbia.

—¿Pensé que dijiste que querías follar? —exhalo

—Yo sí —retumba—. Pero esto… esto también es bueno.

—No puedes… —una inhalación brusca—, no te pueden gustar tanto mis tetas, Ian.

Un suave mordisco, justo alrededor del punto duro de mi pezón. Mi columna se dispara desde la cama.

—¿Por qué?

—Porque son… Nadie nunca lo ha hecho

Hannah —dice. Su tono está mezclado con mando.

—¿Qué?

Su pene se contrae contra mi abdomen.

—Creo que estaré a cargo ahora.

Hago un puchero.

—Pero yo…

—Lo siento, pero… está sucediendo, te voy a follar. No voy a entrar en tu… —No termina la frase. Simplemente se inclina para besarme, y cuando termina, estoy asintiendo, sin aliento.

Hannah —dice. Su tono está mezclado con mando.

—¿Qué?

Su pene se contrae contra mi abdomen.

—Creo que estaré a cargo ahora.

Hago un puchero.

—Pero yo…

—Lo siento, pero… está sucediendo, te voy a follar. No voy a entrar en tu… —No termina la frase. Simplemente se inclina para besarme, y cuando termina, estoy asintiendo, sin aliento.