Con todo, por su contenido social, por su dimensión creativa y de aprendizaje, por las relaciones que permite y el desarrollo personal que genera, el trabajo es una fuente de autoidentidad de las contemporáneas y de valoración propia y social. Es una fuente de autoestima y, al mismo tiempo, de baja autoestima porque trabajar genera conflictos con la pareja, la familia, las criaturas, debido a la enorme crítica social que prevalece en muchos ámbitos contra las mujeres que trabajan. Trabajar implica enfrentar retos propios de la actividad y un conjunto más de relaciones desiguales y doblemente jerarquizadas.