los pensamientos de los hombres valen más que sus acciones, y las buenas novelas más que el género humano
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Obdulia ostentaba una capota de terciopelo carmesí, debajo de la cual salían abundantes, como cascada de oro, rizos y más rizos de un rubio sucio, metálico, artificial.
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ho, y que él no había corrido a saludarla y a confesarla, si a eso venía, como era de suponer.
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El Arcipreste había abierto la boca al oír a De Pas que la Regenta estaba en la catedral, según le habían di
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Cuando una señora de las principales, como era la Regenta, quería hacerse hija de confesión del Magistral, le avisaba en tiempo oportuno, le pedía hora.
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l cabildo, que fingía oír por educación, nada más, al Arcipreste, se interesaba de veras con la crónica.
chismes en iglesia. hablan de Obdulia, la mujer atrevida del pueblo
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La Regenta, muy principal señora, era esposa de don Víctor Quintanar, Regente en varias Audiencias, últimamente en la de Vetusta, donde se jubiló con el pretexto de evitar murmuraciones acerca de ciertas dudosas incompatibilidades; pero en realidad porque estaba cansado y podía vivir holgadamente saliendo del servicio activo. A su mujer se la siguió llamando la Regenta.
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Si hacía bueno, los del tertulín acostumbraban salir juntos a paseo por una carretera o ir al Espolón. Si llovía o amenazaba, prolongaban el palique hasta que el Palomo hacía un discreto ruido con las lla
costumbrismo
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Y ella que quería seducirle, hacerle suyo como al obispo de Nauplia, aquel prelado tan fino que no se separaba de ella cuando vivieron en el hotel de la Paix, en Madrid, tabique en medio!
hipocresía iglesia, crítica iglesia
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Aquella coraza estaba apretada contra algún armazón (no podía ser menos) que figuraba formas de una mujer exageradamente dotada por la naturaleza de los atributos de su sexo. ¡Qué brazos! ¡qué pecho! ¡y todo parecía que iba a estallar!