El valor de nuestras propias decisiones queda relativizado, dado que en otras ramas las decisiones tomadas pueden haber sido otras.
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si apostamos a un número en la ruleta de un casino, la mayor parte de los “yoes” que se crean en ese momento verán fallar la apuesta, pero en algunas afortunadas ramas algunos de nuestros “yoes” resultarán agraciados.
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Así que, si se acepta la hipótesis de los muchos mundos, no es sólo que nuestro universo pueda ser uno más entre muchos, es que el propio “yo” que sentimos sería sólo una de nuestras versiones: el “yo” de una cierta rama cuántica.
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La noción de multiverso profundiza todavía más en la imagen copernicana del mundo.
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Si el universo estuviera destinado a terminar en un Big Crunch, ése sería el momento en que devolveríamos el préstamo y regresaríamos a la nada.
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Desde ese punto de vista, la energía positiva (y concretamente la materia de la que estamos hechos) provendría de un “préstamo” hecho al comienzo del universo por la energía gravitatoria negativa.
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la nada es probablemente un concepto mal definido, ya que por lógica no puede corresponder a ningún estado: un estado es algo que existe, y la nada, por definición, no puede existir.
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En otras palabras, ¡puede que nuestro universo no contenga ninguna energía neta! Este hecho resulta enormemente sugerente. Se ha especulado que el universo podría haberse generado por una fluctuación de tipo cuántico a partir literalmente de la nada.
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En el caso de la Tierra, la energía positiva es muy superior a la negativa, pero, a escala cósmica, ambas son muy parecidas. Podría ser incluso que fueran exactamente iguales.
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Volviendo a nuestra Tierra real, ésta posee una gran cantidad de energía positiva: la equivalente a su masa, según la famosa ecuación E = mc2. Pero también tiene una energía negativa: la almacenada en su propio campo gravitatorio.