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Suzanne Collins

En Llamas

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  • Alison Reynosoidézett5 évvel ezelőtt
    Yo soy el sinsajo. La que sobrevivió a pesar de los planes del Capitolio, el símbolo de la rebelión.
  • Alison Reynosoidézett5 évvel ezelőtt
    —Debe de ser un sistema muy frágil, si un puñado de bayas puede hacer que se derrumbe.
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    —Peeta, ¿por qué nunca sé cuándo tienes una pesadilla?

    —Ni idea. Creo que yo no grito, ni me muevo, ni nada. Simplemente me despierto paralizado de terror.

    —Deberías despertarme —le digo, porque yo interrumpo su sueño dos o tres veces cuando tengo una noche mala hasta que logra calmarme de nuevo.

    —No hace falta, mis pesadillas suelen ser sobre perderte, así que se me pasa cuando me doy cuenta de que estás a mi lado.
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    Ni viviendo cien vidas llegarías a merecerte a ese chico. Lo sabes, ¿no?
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    Ojalá pudiera congelar este momento, ahora mismo, aquí mismo, y vivir en él para siempre.
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    Entonces, ¿qué hacemos con los pocos días que nos quedan?

    —Sólo quiero pasar cada minuto del resto de mis días contigo
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    «Así que ése es el amor de Finnick —pienso—. No su larga serie de ricos amantes del Capitolio, sino una pobre chica loca de su distrito».
  • Rosmery Suxo Churaidézett5 hónappal ezelőtt
    No pueden hacerme daño, no soy como vosotros. A mí no me queda nadie
  • b7821221958idézettelőző év
    Me rindo. Dejo de hablar, de responder, de comer y beber. Pueden meterme lo que quieran por el brazo, pero hace falta más que eso para mantener con vida a una persona que ha perdido las ganas de vivir. Incluso se me ocurre la extraña idea de que, si muero, quizá Peeta pueda vivir. No en libertad, sino como avox o algo, de criado de los futuros tributos del Distrito 12. Después puede que encuentre la forma de escapar. De hecho, mi muerte todavía podría salvarlo.

    Si no es así, da igual, me basta con morir por despecho, por castigar a Haymitch; precisamente él entre todas las personas de este mundo podrido ha sido el que nos ha convertido a Peeta y a mí en piezas de los Juegos. Confiaba en él. Puse en sus manos todo lo que me importaba, y él me ha traicionado.

    «¿Ves? Por eso nadie te deja organizar los planes», me dijo.

    Es cierto, nadie en su sano juicio me dejaría organizar los planes, porque está claro que no sé distinguir a los amigos de los enemigos.
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