injusta ha puesto en un apuro, estarán más seguros reduciendo la arrogancia en cuestiones de por sí arrogantes, y rebajando su suerte al nivel del suelo lo más que puedan. Ciertamente hay muchos que por fuerza han de quedarse fijos en su cumbre, de la que no pueden descender más que cayendo, pero así precisamente demuestran que su mayor carga es el hecho de verse obligados a ser gravosos para los otros y no sentirse sueltos sino sujetos; que con su equidad, su mansedumbre, su humanidad, su mano generosa y benévola, se apresten, para una caída favorable[46], muchos amparos, con cuya esperanza se mantengan en equilibrio más confiadamente. Nada, sin embargo, nos librará tanto de estos vaivenes del espíritu como fijar siempre algún límite a nuestros progresos y no dar a la suerte la libertad de dejarnos, sino detenernos nosotros mismos sin dudar mucho antes; así por un lado algunos deseos azuzarán nuestro ánimo, por el otro, siendo limitados, no nos arrastrarán a la desmesura y el desconcierto