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Herbert Wells

Los Primeros Hombres En La Luna

  • Yatzel Roldánidézett3 évvel ezelőtt
    Todo el conocimiento está almacenado en cerebros susceptibles de ensancharse, como se ensancha el abdomen de las hormigas melíferas de Tejas, a medida que lo van llenando de miel. El Archivo Histórico, la Biblioteca Nacional lunar, son colecciones de cerebros vivientes…
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    —En la luna —dice Cavor—, cada ciudadano conoce su posición: ha nacido para ella y la acabada disciplina de ejercicio, educación y cirugía a que se le sujeta, lo hace al fin tan completamente adecuado para ella que ya no tiene ni ideas ni órganos para ningún objeto distinto”.
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    La luna es, seguramente, algo como un vasto hormiguero; pero en vez de existir en éste sólo las cuatro o cinco clases de hormigas: trabajador, soldado, macho alado, reina y esclavo, hay varios cientos de diferentes clases de selenitas, y casi todas las gradaciones entre una clase y otra.
  • Yatzel Roldánidézett3 évvel ezelőtt
    Se ajusta tan poco a las demás cosas de la vida; tanto de lo que hay en ella es tan literalmente extraño a toda experiencia humana: nuestros saltos, nuestra alimentación, nuestra respiración en esos días en que no pensábamos que… lo declaro, hay momentos en que, no obstante mi oro de la luna, yo mismo creo más que a medias que todo, no ha sido sino un sueño.
  • Yatzel Roldánidézett3 évvel ezelőtt
    Me dormí. Sin duda aquello era prosaico en el primer hombre que regresaba de la luna, y presumo que el joven lector imaginativo encontrará una desilusión en mi manera de portarme; pero yo estaba horriblemente cansado y fastidiado, y ¡por Júpiter!, ¿qué otra cosa podía hacer? Positivamente, no había la más remota probabilidad de que se me creyera si me ponía a contar mi historia, y sólo el contarla me habría sometido a intolerables molestias.
  • Yatzel Roldánidézett3 évvel ezelőtt
    Bajo el inspirador contacto del periódico flotante, volví a adquirir, por un rato, el sentido práctico. Se me apareció con claridad completa el único recurso que me quedaba: volver a la tierra; y también comprendí que, por lo pronto, me alejaba de ella. Cualquiera que hubiese sido la suerte de Cavor, yo era impotente para ayudarle. Allá quedaba, vivo o muerto, detrás del manto de aquella noche sin luz, y allí quedaría hasta que yo pudiera llamar en su protección a nuestros semejantes
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    Aquello era como si me hubieran muerto. Cierto: me imagino que un hombre muerto repentina y violentamente sentiría en el instante de morir mucho de lo que yo sentí entonces. Primero, una vehemencia de vida agonizante, y de temor; un momento después, obscuridad y quietud; ni luz, ni vida, ni sol, ni luna, ni estrellas… el vacío infinito. Aunque aquello era mi propia obra, aunque antes había experimentado ya idéntico efecto en compañía de Cavor, me sentía asombrado, aturdido y abrumado. Parecía que algo me llevara hacia arriba, dentro de una enorme obscuridad.
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    Me había quedado solo, no cabe duda de ello: ¡solo afuera! Encima de mí, dentro de mí, en mi derredor, abrazándome cada vez más estrechamente, estaba lo Eterno, aquello que existía antes del principio y aquello que triunfará después del fin; el enorme vacío en que toda luz, y toda vida, y todo ser, no es más que el débil y pasajero esplendor de una estrella errante; el frío, la calma, el silencio, la infinita y final Noche del espacio
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    Cavernas bajo cavernas, túneles, construcciones, caminos… Este mundo debe abrirse más, cuanto más se avanza hacia el centro y ser más vasto y populoso cuanto más se descienda. Eso es seguro; por lo menos hasta llegar al mar central que baña el corazón mismo de la luna. ¡Imagínese usted sus negras aguas, bajo las luces tenues! Eso, por supuesto, en el caso de que los ojos de los selenitas necesiten luz. Figúrese usted las cascadas tributarias que se precipitan hacia el centro para alimentar ese mar; piense usted en las mareas, en su superficie y en sus oleajes y crecientes
  • Yatzel Roldánidézett3 évvel ezelőtt
    —En un millón de hombres, no hay uno que tenga tal inclinación. La mayoría de los hombres quieren… pues, varias cosas, pero ninguno quiere saber sólo por saber. Yo soy uno de ellos, lo sé perfectamente bien
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