Es cierto, nos obligan a ser jóvenes y bellas para siempre. También a ser buenas amantes, buenas madres, buenas profesionales, buenas administradoras, a ir al gimnasio y comer sano, a ser inteligentes sin que las neuronas opaquen el «sex appeal» (whatever that means) y la simpatía, etcétera, etcétera. Esta lista me recuerda el «Arroz con leche» que cantaba mi abuela: «Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de San Nicolás. Que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar». Para nosotras hoy, esa lista de cualidades de la señorita elegida en el «Arroz con leche» parece haber crecido hasta el infinito.