Juan Gómez Bárcena

Los que duermen

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  • Rafael Ramosidézett7 hónappal ezelőtt
    Nada ha pasado desde entonces. Cada día ha sido el mismo día eternamente repetido, la misma espera, la misma búsqueda de razones para seguir viviendo. Encontrar un sentido a esta existencia maquinal de días y de noches, de tormentas de arena, de eclipses. Toda criatura necesita ese objetivo, un propósito para continuar procesando información año tras año. Nosotros no somos distintos. Olvidamos el porqué de nuestra vida en tiempos de los que ya no nos queda memoria y ahora vivimos la condena de ser sin razones. No poder desprendernos del instinto de almacenar datos inútiles cuyo valor no entendemos. Calcular todo cuanto conocemos y, sin embargo, no saber de nada que merezca la pena computar.
  • Rafael Ramosidézett7 hónappal ezelőtt
    Ninguna de estas catástrofes sería irreversible si el hombre aún continuara entre nosotros. Las viejas leyendas que vienen transmitiéndose de computadora en computadora hablan de una época en que el hombre reparaba y componía nuestros sistemas. Había esperanza para los programas desconfigurados o las mentes contagiadas por virus informáticos, y ninguno de nosotros encontraba la muerte. La muerte, que nos asusta tanto porque cuando una computadora se desconecta es como si nunca hubiera existido.
  • Rafael Ramosidézett7 hónappal ezelőtt
    Los paneles de control de las primeras máquinas se cortocircuitaron en edades inmemoriales, y sobre el origen de nuestra raza circulan leyendas contradictorias —el hombre nos hizo a su imagen y semejanza; el hombre es Dios; el hombre jamás existió; nosotros somos Dios—.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Ocurrió un día que parecía igual a los otros. 2027 salió de los servicios, se detuvo en mitad de la sala y recitó con su voz neutra: hace varias menstruaciones que no tengo menstruaciones. Estoy embarazada.
    Uno, dos, tres meses. Desde entonces, resulta muy fácil calcular el paso del tiempo. Cuatro meses, cinco, seis. El momento cada vez más cerca. 2027 acostada en la cama y delirando siempre con la misma extraña pesadilla. Sueña que lo que crece en su interior no es un bebé, sino un anciano diminuto que murió hace muchos siglos. Nosotros intentamos calmarla. Acariciamos ese vientre que se va hinchando poco a poco, en un ritmo secreto que sólo nuestro cuerpo conoce. Allá dentro, arrugada y vulnerable, toma forma lentamente la semilla de nuestros sueños. Seis meses, siete. Ese niño con la mente aún virgen que precisamente por eso sería el único capaz de sobrevivir al otro lado. Suponiendo que algún día tengamos el valor suficiente para dejarlo marchar
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Por todas partes, muebles extraños que confunden estilos y épocas. Los Hombres del Presente no debían de saber mucho sobre su pasado cuando diseñaron estas paredes. Tal vez por eso creyeron razonable erigir una estatua de mármol griega sobre una mesa de metacrilato. Tal vez por eso en el espejo rococó se reflejan sillas de plástico, y en las alacenas se mezclan ánforas y cacerolas de acero inoxidable. También nosotros somos un poco esos objetos. Hijos de tiempos diversos confundidos en el mismo espacio, como huéspedes de un museo gestionado por un ciego. Como si el barco de la Humanidad se hubiera hundido y todo cuanto nos rodeara fueran los restos de su naufragio.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Con el paso de los milenios fue, incluso, la felicidad. La felicidad pero despacio, muy despacio. Tan lentamente como el cañón es sustituido por la lanza y la lanza transformada en rama. Fue la rama, fueron los árboles, las selvas; los hogares remontados hasta lo más profundo de los bosques. Fue la naturaleza; la vida sin mediadores ni anestesias. Fue el sol sin ventanas, el viento sin paredes y la música sin instrumentos. Fue el lenguaje sin sintagmas ni conjugaciones; la belleza más allá de los lienzos y de las páginas. El placer en los gruñidos y en el rumiado de los pastos y las bayas. Fue el olvido.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Fueron infinitos cambios, infinitos progresos. Fueron miles de esperanzas y sueños. Fue el silencio, la tranquilidad, la paz; las ciudades vacías de las masas de otros siglos y la serenidad de los paseos a pie o a caballo. Fue la erección de templos sagrados sobre las ruinas de las plantas nucleares y más tarde la destrucción de esos mismos templos. Fue el olvido de ciertos continentes, de ciertos inventos. La retirada de estatuas erigidas en honor de héroes inexistentes, que más tarde eran imitadas por impostores que plagiaban punto por punto sus nombres y hazañas. Museos que arrojaban sus momias a las ciénagas y ciénagas que parían hombres vivos sobre la tierra. Fue Dios; sus milagros, sus certezas. Sus caminos cómodamente trazados que no podían ni debían ser discutidos.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Pasaron los siglos, como una cuenta atrás, como una amnesia selectiva con que olvidar la globalización y la artillería; la ociosidad, el hartazgo, la anorexia. Los hombres aprendieron el hambre, el frío y la sed; pero junto con los padecimientos gozaron del placer casi carnal de olvidar los dolores metafísicos de otros tiempos. Hicieron falta muchos siglos para comprender que el hombre sólo era un animal más, sensible como cualquier otro a la belleza o la violencia de las cosas. Su felicidad o su desdicha fueron dejadas al arbitrio de la naturaleza, de la suerte. Poco a poco se proscribieron los quirófanos y las vacunas; se olvidó voluntariamente la penicilina y la circulación de la sangre y aquellas sondas que multiplicaban la vida más allá de lo humanamente soportable. Dejó de ser necesario vivir hasta los 76,7 años para tener una vida que mereciera la pena.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Instante a instante fue el curso del tiempo. Fueron los eslabones de los días y los años; fue la Historia. Fue la vida rebobinándose como un carrete viejo, como una película que ya se ha visto y apenas nos sorprende. Fue el año 2011 y más tarde el 2010 y el 2009. Fueron miles de efectos, rigurosamente responsables de otros tantos miles de causas. Fue la Primera Guerra Mundial como consecuencia de los desastres de la Segunda. Fue la muerte del fanatismo en la ciencia y las hogueras encendidas contra sus últimos incondicionales. Fue la tiranía del rey Luis XVI de Francia, sólo porque los franceses no sabían estar sin rey y llevaban cinco años cortándose los unos a los otros la cabeza. Fue, incluso, la ilusionada espera de la Humanidad durante casi dos mil años por averiguar qué extraordinario suceso había determinado el cómputo de su calendario: y, cuando comprendieron que no era más que el nacimiento de un miserable carpintero judío, lo prendieron, rabiosos, y lo crucificaron. Lo dejaron agonizar precisamente en aquellos dos maderos atravesados, que durante tantos siglos habían simbolizado el perdón y la esperanza.
  • Rafael Ramosidézett8 hónappal ezelőtt
    Durante muchos años fue el relativismo, la posibilidad de que una cosa fuera y no fuera al mismo tiempo. El hombre aún no había tenido tiempo de sentir curiosidad por lo que no comprendía y se conformaba con cientos de recetas precisas para llegar a lugares de los que no sabía nada. Conocían el modo de poner en órbita un satélite pero jamás se habían preguntado algo inútil o hermoso: ignoraban todas aquellas cosas que no pueden explicarse con fórmulas. Ninguna ecuación bastaba para explicar la belleza de una noche estrellada y, en consecuencia, nadie admiraba las noches ni las estrellas.
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