—Pues entonces, hala, vuelve al campo y apáñatelas como puedas para mantenerte en pie.
Bajó los ojos. Hamed tiene ese punto de obcecación que lo empuja a estrellarse contra los defensas en vez de levantar la cabeza para buscar a un compañero desmarcado. Tengo a veintitrés como él a mi alrededor, y algunos días me pregunto qué hago aquí, lidiando con una panda de mocosos que nunca llegarán a ser verdaderos futbolistas.
Es mi segunda experiencia como entrenador desde que obtuve el diploma de la federación. La primera fue en Limoges con el equipo de la división de honor. Empleados de correos que trabajaban toda la semana y venían a entrenarse por la noche. Pero me harté de ese ritmo. Vi un anuncio en France Football: «Club de Sedan busca instructor diplomado para preparar a sus jóvenes de entre diez y catorce años». Pensé que eso podía convenirme. No es que sea muy aficionado a los niños. Para empezar, no tengo, y me gustan muy moderadamente, pero el sueldo era correcto, y el hecho de que la oferta incluyera una casa unifamiliar terminó de decidirme.
Por supuesto, Sedan tiene sus limitaciones. La gloria del club quedó atrás y no parece que de momento vaya a volver; tanto es así que el primer equipo se mueve en la segunda división, y más bien por la parte baja de la tabla.