vayamos a convertir nuestras reflexiones sobre el mexicano en una nueva fórmula de imitación, como antes imitábamos a lo europeo, sino que comprendamos, de una vez por todas, que lo mexicano impone una tarea moral de purificación y responsabilidad que no se satisface sólo con alistarse a última hora, y con visible conveniencia, a lo que hoy goza, por el esfuerzo de los que a él se han consagrado, de justo renombre.