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Andrés Barba

Agosto, octubre

La tensión de la adolescencia de Tomás llega a un punto de no retorno cuando viaja con su familia, como todos los años, al pequeño pueblo de veraneo en el que suelen pasar las vacaciones. Bajo la blanda inactividad veraniega todo empieza a suceder de pronto como en un encadenamiento inaplazable: el descubrimiento del sexo y de la violencia, la muerte, la transgresión… Tomás se descubre a fogonazos, como si no pudiera evitar que su inteligencia fuese un paso por detrás de sus acciones, hasta que la dinámica de las cosas le lleva a participar en un acto que no puede perdonarse a sí mismo. Es entonces cuando se siente obligado a sentarse frente a la única persona que le puede juzgar y perdonar.
Agosto, octubre es una de esas novelas que tiene el valor y la maestría de agarrar del cuello, en toda su complejidad, a esa edad tan ambigua, desprotegida y violenta de la adolescencia. Andrés Barba resuelve el tapiz con la maestría psicológica que le ha convertido en uno de los escritores de referencia de su generación en uno de sus textos más logrados y conmovedores: un cóctel explosivo entre el Pavese de El bello verano y los adolescentes de Gus Van Sant en Elephant.
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2010
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Idézetek

  • Josué Osbourneidézett4 évvel ezelőtt
    Eso y el terrible deseo, cada vez que el recuerdo aparece, de dar marcha atrás en el tiempo, hacerse dos, tres, quince años más joven, regresar a aquella estación de autobuses en la que un adolescente pánfilo abraza a una muchacha vestida de romano. Mueve la mano y es como si la misma sensación física se descompusiera, como si estuviera formada por fragmentos diversos, unos más vivos que otros, en una lluvia inmóvil pero palpitante, una cascada de sensaciones discontinuas en la que sólo brilla un deseo como una brasa incandescente; acercarse a él, zarandearle con las manos, gritarle en el oído: Bésala, imbécil, bésala
  • Josué Osbourneidézett4 évvel ezelőtt
    No sabe por qué pero siente una congoja extraña. Ha ocurrido algo debajo de la carne, de la piel, de los párpados, un movimiento imperceptible en el vértice de los labios de Marita y también en los suyos, como si los dos tuviesen una razón similar para vivir. Le asombra descubrir ese rasgo pequeño de Marita; no quiere que nadie sepa que ha venido sola, una vergüenza diminuta, doblada en un pliegue de la carne, íntima, humana y nada maliciosa. Le da una mano húmeda. Él piensa: Esto es lo que tenía que hacer.
  • Josué Osbourneidézett4 évvel ezelőtt
    En el recuerdo él tiene frío el corazón, es como el actor de una película que sabe que no le queda mucho tiempo de vida.

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