Para escribir hay que leer

Las normas se enseñan, pero la escritura [literaria] nace precisamente de la transgresión de estas normas. [...] El estilo nace de la exclusión. Y sólo la personalidad individual puede otorgarse a sí misma el impulso propio del verdadero escritor.

Enseñar a escribir: ¿qué quiere decir? Es la traducción del creative writing norteamericano, y es una idea absolutamente equivocada. ¿Qué quieres aprender? Es mucho más importante leer diez, cien, mil libros, en fin, toda la literatura; y si uno no aprende así, significa que no es lo suyo, que nunca será escritor.

Lo peor es inmovilizar un texto inacabado durante un tiempo excesivo, porque en esos casos, tal vez ya lo hayas experimentado, volver a empezar es muy difícil, como lo será también reciclarlo. De modo que lo mejor es reescribirlo desde el principio.

(la lectura en orden inverso es importante, no sólo porque releer cansa y, por tanto, se tiende a ser mucho más severo al principio y tolerante hacia el final, sino también porque, más allá de la calidad de un texto, a medida que lo lees, el oído se acostumbra a él y las correcciones son cada vez menores)

un libro poco o nada interesante tiene al menos uno de estos tres defectos, y a menudo dos o los tres juntos: ausencia de necesidad, ausencia de especificidad, ausencia de conflicto.

Es normal que, al leer a algún autor que expanda particularmente tu conciencia, escribas durante un tiempo como él o ella. Es normal y también sano. Basta con seguir leyendo y enamorarse de nuevo, y dejarse influir de nuevo, hasta que de todos esos cruces nazca tu propia voz.

Y por ahora, aquí no podemos permitirnos excepciones, porque en esta fase de tu génesis como escritora o como escritor, la literatura comercial traducida23 es el fast food, las patatas fritas con tocino, el aceite de palma, en fin, tu principal enemigo. Sí, incluso si tu objetivo es escribir literatura comercial.

La dieta, mira lo que te digo, lo es todo. En el momento en que se empieza a escribir en serio, el cambio de dieta es tan esencial como el de quien decidiera, de pronto, convertirse en levantador de pesas o en luchador. En la dieta de un escritor, los manuales equivalen a los complementos alimenticios: pueden ser útiles sólo si ya hay una adecuada base de proteínas. Cuando acabes este capítulo, yo mismo te invito a que dejes de leer este libro hasta que no hayas cambiado tu dieta.

Lo primero que hay que cuidar, si se quiere escribir en serio, es la dieta. Sólo nutriéndose de buenos libros se puede pensar en producir uno decoroso. Es más: siendo el campo literario tan desaforado, se puede pensar en conseguirlo sólo si uno se alimenta de lo mejor.

Más huidizo, pero no menos decisivo, es el principio de especificidad. A menudo, en los textos de los aspirantes se observa un extraordinario despliegue de indeterminación. El hotel sólo es un hotel, el barco sólo es un barco. Hasta lugares específicos o que existen de verdad, como Japón, Roma o el Londres del siglo XVII, se describen a través de sus rasgos más superficiales, y se aplanan como si fueran postales. El lector ya conoce los datos genéricos, por tanto no es necesario repetírselos; en cambio, hay que proporcionarle detalles únicos, propios de aquel hotel, de aquel barco, de Londres en aquel día.