Diario de un seductor

Mi alma es como un arco tendido, los pensamientos están en ella preparados cual dardos en la aljaba, sin veneno, pero dispuestos para penetrar en la sangre…

Soy amigo de la libertad y no me ocupo más que de lo que obtengo libremente.

¿Cómo podría olvidarte? ¿Y de qué tendría que acordarme entonces? Me olvidé de mí mismo para pensar en ti; y si te olvidara, tendría que volver a pensar en mí, pero en ese mismo instante tu imagen iba a resurgir delante de mi alma.

¿Cómo te podría olvidar? ¿Qué es lo que ocurriría entonces?

¿Se puede desear algo, una cosa, en el mismo momento en que se la posee? Sí, porque se piensa que podría perderse un instante después.

El corazón me palpita, pero sin pasión; el pecho se agita, pero sin inquietud; el color de la cara se altera pero con gradaciones apenas visibles. ¿Es, quizá, amor? No…

¡Maldito azar! Te aguardo. No deseo obtener la victoria con máximas ni con lo que los locos denominan carácter. No, yo deseo poetizarte. No deseo ser poeta para los demás; descúbrete y yo seré tu poeta… Luego, podré alimentarme de mi propia poesía, que será mi único alimento.

Excelente, una ocasión magnífica; me complace mucho que el otro no aparezca. En las aguas agitadas se pesca mejor: con una muchacha, cuando se siente conmovida, inquieta, irritada, se pueden emplear con buen resultado muchas cosas que, de otro modo, conducirían al fracaso

La invitación no me iba dirigida, sino a un joven que, en tres zancadas, llegó hasta el portón

Soy un hombre bueno, que acudió caballerosamente para ayudar a una jovencita y que sólo puede estrecharle la mano por simple cortesía

Desde luego, muchísimo, mi amada señorita, y dentro de quince días se lo explicaré; mientras, la duda luchará en su alma