Contrarquitectura es un libro ameno y de fácil lectura para arquitectos, docentes, estudiantes y aficionados. Si bien es evidente la fuerte influencia del profesor Miranda, cabe recalcar su aporte en cuanto a su inmediata aplicación y relación con coyunturas contextuales. Esta visión es la que, por desgracia, censuramos y hacemos caso omiso en la praxis de la arquitectura actual. Oleas, desde una postura y reclamo académico, invita a que se escriban nuevos capítulos de la crítica arquitectónica ecuatoriana al no haber ningún espacio serio para ello. Por lo mencionado, me atrevo a preguntar ¿si Oleas invita, con este libro, al desarrollo de un método de crítica? Por sus inquietudes, reclamos y posturas se puede observar ciertos valores precedentes ligados a Miranda que, a su vez, busca ser racionalizado a nuestro medio. La tarea de dicha racionalización nos queda a nosotros, los docentes, puesto que este libro no es un método crítico para la arquitectura propiamente dicho, sino un contundente ensayo que reclama la falta de crítica en el país.
En resumen, nos brinda un primer paso para que, a futuro, se desarrolle un método crítico contextualizado. Si bien Oleas no lo desarrolla, nos invita al dejar la carta abierta al mismo. Como es el caso ya probado por la ETSAM, el método adaptado por Antonio Miranda para la crítica arquitectónica basado en el lingüista Tzvetan Todorov es probablemente el método más articulado y objetivo que se conoce (Carmen Espegel, en Amánn, B, 2015, p. 11), tanto que ha sido insumo para el desarrollo de la tesis doctoral de Beatriz Amánn quien defiende a la crítica disciplinar como fundamento del proyecto arquitectónico. Dicho método se opone tanto al ataque como a la adulación y, más bien, se dedica a discernir veracidad o falsedad del hecho arquitectónico y su respectivo proceso. ¿Es entonces contrarquitectura una propuesta académica para esbozar, proponer o definir un método crítico para nuestro medio?
