Mantuve los ojos en Annabeth. Ella asintió renuentemente. —Muy bien. Movámonos.- Antes de que perdiera mi valor, dije: —¿No hay un beso para la buena suerte? ¿Es una especie de tradición, no?- Me imaginé que ella iba a golpearme. En vez de eso, sacó su cuchillo y miró hacia el ejército que marchaba hacia nosotros. —Vuelve con vida, sesos de alga. Y ya veremos.-