Sin embargo, cada vez que intentaba asirla, la esperanza resbalaba a otra parte de su corazón.
Citlalxochitl Gonzalezidézettelőző év
Lo peor de todo era que todavía tenía esperanza. La luz que Raoden había insuflado aún aleteaba en el interior del pecho de Galladon, no importaba con cuánta fuerza intentara apagarla.
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—Doloken, sule —murmuró, contemplando al ausente Raoden—, me has dejado hecho un lío.
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A Sarene le pareció que comprendía un poco mejor a Iadon, allí en medio del frío y la humedad, mientras veía cómo la tierra cubría lentamente su ataúd.
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A menudo, la opinión que tenemos sobre nosotros mismos es la menos acertada.
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La situación empezaba a irritar a Sarene. «¿Por qué, en nombre del bendito Domi —se preguntaba—, se siente todo el mundo en este país tan amenazado por una mujer segura de sí misma?».
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—Entonces déjame decirte una verdad, amigo mío. Te aprecio. No sé si encajas aquí; dudo que ninguno de nosotros lo haga. Pero valoro tu ayuda.
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Los optimistas no podéis comprender que una persona deprimida no quiere que intentéis alegrarla. Eso nos pone enfermos.
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—Podemos ser fuertes ante los reyes y los sacerdotes, mi señora, pero vivir es tener preocupaciones e inseguridades. Si te las guardas te destruirán, seguro, te harán una persona tan encallecida que las emociones no echarán raíces en tu corazón.
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La verdad no podrá ser derrotada nunca, Sarene. Aunque la gente la olvide temporalmente.