Clara y confusa

personas a las que les sobra criterio y les falta sensibilidad.

aseguro que las filtraciones fantasmas son tan reales como ustedes o como yo. Las personas guardan un silencio vergonzante si oyen agua y no se ven manchas, humedades, grietas, descascaramientos, ningún indicio de que el agua existe.

Ovidio me enseñó que las únicas filtraciones que podemos reparar son las de la construcción

arte que se pone en lugar de la vida no es arte –digo.

Porsche, el Porsche... de un mafioso! No entiendo: si saben que el gremio ya no existe, por qué continúan yendo diariamente a la mesa del Platón a criticar la corrupción del grem

Por qué el Estado va a financiar a una artista que se cree genial y no a una mujer que hace casas de madera para colibríes? ¿Por qué los críticos tenemos que reconocer a una y no a la otra?

le digo que con Clara aprendí a mirar el arte contemporáneo. No a entender. Desde el primer día me prohibió comprender sus obras. Si llegaba a interpretar alguna, en mi siguiente visita a su taller esa parte de la obra había desaparecido. No puedo negar que cuando la oigo quejarse de que las galeristas, el director del Museo de Bellas Artes, el organizador de la Bienal no la invitan a exponer y la excluyen inclu

Me mostró el correo en el que le pedía a la crítica su aprobación para citar dos fragmentos. La respuesta parecía escrita a propósito para que Clara publicara los fragmentos y la crítica pudiera acusarla después de ser una ansiosa chupasangre.
Recuerdo

Su trabajo artístico consiste mayormente en ordenar. En su caso eso no es sinónimo de jerarquía o desprendimiento. Clara le busca un lugar nuevo a las cosas para que trabajen la diferencia a sus espaldas. En el taller tiene obras que llevan diez años transformándose. Un cartelito indica el nombre tentativo, la fecha y un número que se corresponde con una anotación en un cuaderno en el que registra traslados y observaciones.

Salgo a la ruta y doblo a la izquierda para ir a la casa de Clara. Miento. El Porsche se adelanta a mi decisión y gira hacia la izquierda. Suave y pausado, espera a que mis manos alcancen el volante y recupere la sensación de que estoy al mando. El sonido de un teléfono rompe nuestro flujo. No se trata del mío. Me detengo a la vera de la