Todo lo cual hizo que me preguntara si habría sido yo, de niño, quien había soñado, y no ellos. Si, en el fondo, la percepción que yo había tenido de ellos se correspondía con lo que eran en realidad. ¿Fueron de verdad esos seres excepcionales a los que tanto admiraba? ¿Y si resultaba que todo había sido producto de mi mente? ¿Que, desde siempre, yo había sido mi propio Baltimore?