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Sara Stridsberg

La antártida del amor

  • Dianela Villicaña Denaidézett2 hónappal ezelőtt
    No grites —susurra, y tiene la cara impenetrable como una estatua de mármol y no hay nada que me asuste tanto como esa serenidad. Precisamente ellos, los serenos y los que nunca se enfadan, son los peligrosos, eso lo he aprendido en la calle, ellos son los que hacen cosas horribles en secreto.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Por eso es tan difícil recordar, porque toda la experiencia viene hecha trozos. Así ha sido siempre. Nunca obtenemos una imagen completa del mundo, nunca una imagen entera.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Se había abierto una grieta imposible de cerrar de nuevo, y a través de esa grieta no entraba nada de luz, solo una oscuridad absoluta.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Muerta o viva, no importaba. Ya estaba muerta, llevaba muerta mucho tiempo, como un cortejo fúnebre deambulábamos por Estocolmo mis amigos y yo.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Si entonces me hubiera dicho la verdad, que nunca más iba a volver a la ciudad, que iba a estrangularme en aquel estrecho tramo umbroso de la playa, ¿me habría bajado del coche
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    En lugar de responder a su pregunta, la miró como si fuera idiota. Y desde luego que lo era, no cabía sino estar de acuerdo. Se convirtió en algo así como una prisionera de ese miedo. Llevaba años arreglándoselas sin él y ahora se había dejado aprisionar de nuevo. Si él desaparecía, ella se tiraría por la ventana
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    —Pero nunca jamás tuve miedo estando contigo, Shane.
    Guarda silencio un instante, antes de que la voz vuelva a mí:
    —Pues yo siempre tenía miedo cuando estaba contigo. ¿No lo entiendes?
    —Siempre voy a tener miedo de mí mismo cuando esté cerca de ti —dijo Shane
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Este era el lugar en que iba a morir, este era el ventanal hacia la eternidad, el agujero por el que caería para salir del mundo. Estaba deseando oír el ruido de la tapa del ataúd sobre mí y que todo quedara por fin en silencio. Ni pájaros ni cielo ni luz ni salida alguna.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Tal vez él también buscara un milagro, una liberación, algún tipo de gracia. Necesitaba a alguien como yo, había estado buscando a una chica que ya no sintiera miedo, que no temiera nada en el mundo más que el amor, más que la salvación. «Pobre criatura», volvió a decir. No creo que en ese momento tuviera la menor intención de hacerme daño, pero cuando me volví a mirar por la ventanilla no había asfalto, no había arcén, no había señales, solo la autovía que se agrietaba detrás de nosotros y se hundía en aberturas gigantescas en el suelo, como si nunca hubiera habido allí ninguna carretera por la que hubiéramos llegado en coche.
  • Dianela Villicaña Denaidézett3 hónappal ezelőtt
    Yo deseaba de verdad que algo me ganara la batalla, pero eso no sucedió, la voluntad de vivir seguía latiendo dentro de mí como un reloj de eternidad aterrador. Y así es como al final uno empieza a esperar a un cazador.
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