Un dueto oscuro (Avalon) (Spanish Edition)

Había dos clases de monstruos: los que acechaban en las calles y los que vivían en la cabeza de uno.

No quería mentirte, pero a veces es mucho más fácil que decir la verdad.

La idea de que, si no se hablaba de algo, no existía, porque las palabras tenían poder, las palabras daban peso, forma y fuerza, y al contenerlas se podía evitar que algo fuera real, se podía…

—Sé que duele —le dijo—. Entonces, haz que el dolor valga la pena.

—¿Cómo?

—No cedas —respondió ella suavemente—. Aférrate a la ira, a la esperanza, o a lo que sea que te hace seguir peleando.

Tú, pensó August.

Qué curioso, pensó, que hasta los monstruos tuvieran el corazón frágil.

La violencia engendra violencia, y los actos monstruosos engendran monstruos.

August empezaba a comprender que siempre habría grietas en la superficie, sombras en la luz, cien matices de gris entre el negro y el blanco.

Las personas eran caóticas. No solo se definían por lo que habían hecho, sino también por lo que habrían hecho, en otras circunstancias, moldeadas tanto por sus actos como por sus remordimientos, por las decisiones que defendían y por aquellas que lamentaban haber tomado. Por supuesto, no se podía volver atrás, pues el tiempo solo transcurre hacia adelante; pero las personas podían cambiar.

te das cuenta de que la vida no es un abrigo. Es tu piel. Es algo que no puedes quitarte sin perderte a la vez.

No de miedo, no, sino algo dulce. El sabor de la sangre fresca derramándose sobre su lengua, un regusto a odio, y pensar en la vida abandonando aquellos ojos azules.

No dejé de resistirme —explicó, en voz tan baja que le preocupó que Kate no lo oyera, pero lo oyó—. Solo me cansé de perder. Es más fácil así.