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Victor Hugo

Nuestra señora de París

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  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    El rey solo suelta cuando el pueblo arranca.
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    diremos, desde un punto de vista general, considerando solo los conjuntos y las masas en el caos de las jurisdicciones comunales, que la isla era del obispo, la orilla derecha, del preboste de los mercaderes, y la orilla izquierda, del rector.
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    La poderosa ciudad había hecho reventar sucesivamente sus cuatro cinturones de murallas, como un niño que crece y hace saltar las costuras de su ropa del año anterior.
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    Únicamente esas ciudades se convierten en capitales. Son embudos adonde van a parar todas las vertientes geográficas, políticas, morales e intelectuales de un país, todas las pendientes naturales de un pueblo; pozos de civilización, por así decirlo, y también sumideros en los que comercio, industria, inteligencia, población, todo lo que es savia, todo lo que es vida, todo lo que es alma en una nación penetra y se acumula sin cesar, gota a gota, siglo a siglo.
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    Esta iglesia central y generadora es, entre las viejas iglesias de París, una suerte de quimera: tiene la cabeza de una, los miembros de esta, la grupa de aquella, en fin, algo de todas.
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    Notre-Dame de París no es ni de pura raza romana, como las primeras, ni de pura raza árabe, como las segundas.

    Es un edificio de la transición
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    En sus ruinas se pueden distinguir tres clases de lesiones que lo destruyen, las tres, en diferentes niveles: primero el tiempo, que ha hecho insensiblemente mella acá y allá y enmohecido por todas partes su superficie; después, las revoluciones políticas y religiosas, las cuales, ciegas e iracundas por naturaleza, se han abalanzado en tromba sobre él, han desgarrado su rico ropaje de esculturas y de cincelados, agujereado sus rosetones, roto sus collares de arabescos y de figuritas, y arrancado sus estatuas, unas veces por su mitra, otras por su corona; por último, las modas cada vez más grotescas y tontas que, desde las anárquicas y espléndidas desviaciones del Renacimiento, se han sucedido en la forzosa decadencia de la arquitectura.
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    ¿qué ha pasado con aquel pequeño y encantador campanario que descansaba sobre el punto de intersección del crucero y que, no menos frágil y no menos audaz que la flecha vecina (destruida también) de la Santa Capilla, se elevaba hacia el cielo más que las torres, espigado, puntiagudo, sonoro, calado?
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    Todo está íntimamente relacionado en este arte nacido de sí mismo, lógico y proporcionado. Medir un dedo del pie es medir al gigante.
  • Silvia Santaolallaidézett3 évvel ezelőtt
    Tempus edax, homo edacior,[40] sentencia que gustosamente yo traduciría así: el tiempo es ciego, el hombre es estúpido.
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