El Libro De Los Amores Ridículos

¡Con qué ligereza y con qué defectuosos materiales edifica el hombre sus excusas! N

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

Como le parezca. Pero verá usted que, o las personas no son personas, o usted no sabía cómo eran las personas.

Estimados colegas, la mayor desgracia posible es un matrimonio feliz: no le queda a uno la menor esperanza de divorciarse

¡Con qué ligereza y con qué defectuosos materiales edifica el hombre sus excusas!

Así fue cómo, cuando el hombrecillo llegó por fin al rincón del taller en donde Klara se inclinaba nerviosa sobre una falda a medio coser, vestida con su bata marrón de trabajo, no la reconoció. No la reconoció porque jamás la había visto.

La perdoné porque no sabía lo que hacía. Quería perjudicarme y en lugar de eso

nos produzca una compasiva sonrisa

De manera que Eduard había alejado el peligro más inminente; el futuro de su carrera pedagógica estaba ahora exclusivamente en manos de la directora y él lo constataba con cierta satisfacción: se acordaba del comentario que le había hecho una vez su hermano acerca de que a la directora siempre le habían gustado los chicos jóvenes y, con toda la inestabilidad de su joven confianza en sí mismo (unas veces acallada, otras exagerada), tomó la decisión de ganarle la partida a la que le dominaba conquistándola como hombre.

presentarse al día siguiente a las doce en el despacho de la directora