El último mago

sin importar lo que sucediera, ella podía sobrevivir.

incluso podía acceder a ella y tomarla prestada al tocar al portador de la afinidad, leer objetos nunca había sido su fuerte.

fuerza y el tenor de la afinidad d

la única magia que la Orden poseía era magia ­ceremonial corrupta y artificial (prácticas pseudocientíficas como la alquimia y la teúrgia) no serían capaces de percibir lo mismo que Estrella.

Mariana Cestero podía duplicar lo que fuera: cualquier material de cualquier período histórico, incluso la invitación ­impresa de Logan a la fiesta de esa noche y la daga de quince centímetros que Estrella había llevado en los pliegues de su falda.

Los cuidaría a los dos, porque eso es lo que hacían. Así era cómo funcionaban. Ella necesitaba hacer su trabajo y dejar que él hiciera el suyo.

en Nueva York, incluso una fortuna no era suficiente para comprar un lugar en los círculos más exclusivos.

el alfiler de diamante que le había robado en el salón de baile a un anciano que no pudo mantener las manos guardadas en los bolsillos y lejos de ella.

Las personas confiaban en la confianza, incluso cuando no deberían. Quizás especialmente cuando no deberían.

Cuando lo encontraran –y lo harían– nunca lo dejarían ir. Lo usarían una y otra vez hasta que no quedara nada de la persona que una vez había sido.