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Corín Tellado

El amor llegó más tarde

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  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    Seré vulgar, seré rutinario, seré un pobre diablo hambriento de ternura, pero déjame ser sincero.
  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    Cuán bonita es la debilidad femenina, y cuánto la aprecia el hombre
  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    Que en mis soledades siento hambre y sed. El hambre de tenerte a mi lado, la sed de tus cálidas frases, de tus besos, de tus miradas
  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    «No alcanzan perezosos honrados triunfos ni victoria alguna».
  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    «El amor unas veces vuela y otras anda…».
  • HAROLD-NESTORidézett9 évvel ezelőtt
    mientras esperamos el triunfo, la gloria y la fama, somos los más vulgares seres de este mundo. Nos creemos privilegiados, originales. No pensamos que nuestras ideas pueden compartirlas todos los mortales
  • gait1989idézett9 évvel ezelőtt
    menterio. Es la meta, la única, para esta clase de hombres. Y habrá una mujer, un ser querido, que todos los días le lleve flores a su tumba. ¡Consolador, mi impulsiva Ketty! Ni tú tendrás quien te llore, ni yo tampoco, pero… habremos vivido y habremos sacado a la vida todo su jugo, lo cual no es un triunfo muy efímero».
    Ketty se metió en el corazón de Montmartre, subió la minúscula cuesta, y mientras caminaba miraba distraída los cuadros que los pintores iban recogiendo y ocultando en un portal, amontonados unos sobre otros. Brian nunca exponía en las calles. Brian tenía muchos encargos, como ella, y ambos vivían a su gusto, tal vez porque eran demasiado afines los dos.
    Esperó en el portal oscuro. Pensó que Brian bien podía buscar un estu
  • gait1989idézett9 évvel ezelőtt
    mentó: «Indudablemente, diré como Oscar Wilde: “Sólo hay una cosa en el mundo peor que el que se hable mal de uno, y es que no se hable”. Y de ti se hablará».
    Desde aquel día, y periódicamente, Curd, que en el fondo era un buenazo, enviaba a su hermana unos centenares de libras, y llegó un día en que Ketty le escribió diciendo:
    «No más, querido Curd. Gano lo bastante para vivir, y me siento la mujer más feliz del universo.»
    A lo que Curd, muy dignamente, respondió:
    «Guárdalo, Ketty, y piensa en el mañana.» Ketty se rió mucho aquella vez y también enseñó la carta a su «más amigo» Brian. Este agitó su paleta, puso el pincel en las mismas narices de Ketty y comentó filosófico: «Tu hermano llegará sin duda al ce
  • gait1989idézett9 évvel ezelőtt
    dijo: «Me voy a París».
    Curd levantó al fin la voz, lo cual no hacía habitualmente, su esposa June adujo que era una locura, y Ketty, con locura y todo, llenó la maleta, guardó en ella sus prendas de vestir, sus bártulos de trabajo, algunas figurillas esculpidas en yeso, las cuales amaba entrañablemente, y sacó un pasaje en el avión Londres-París. Desde este lugar puso una tarjeta a su hermano en la cual sólo decía estás frases: «¡Oh, París, París, hermosa tierra de promesa hermosa!». Y luego añadía esto de Cervantes: «No alcanza el perezoso honrados triunfos ni victoria alguna». Y Curd replicó en un escueto telegrama: «Cuando decidas tirarte al Sena, avisa….».
    Ketty se echó a reír, y mostró el telegrama a su reciente amigo Brian, el cual se echó también a reír y co
  • gait1989idézett9 évvel ezelőtt
    hermana se emancipara en París. A Ketty esto la tenía sin cuidado. Curd era un hombre metódico, de esos que se levantan a las siete de la mañana, se duchan todos los días festivos, y se van a la oficina a las ocho en punto de la misma mañana, para regresar a su casa a la una, también de la misma mañana. Comen, leen el periódico al calorcillo de la chimenea, tienen un hijo cada cuatro años, fuman seis cigarrillos al día, salen con su mujer los sábados por, la noche, y se gastan a la semana sólo la mitad del sueldo de la misma, aunque para ello les sea preciso beber agua diariamente.
    En cuanto a la esposa de Curd, era digna cónyuge de su costilla, y Ketty, ansiosa de nuevos vuelos e inquieta por naturaleza, con alma de artista y conceptos propios, aquella vida metódica la ahogaba y un buen día
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