La luna

La luna, que no deja de cambiar ella misma, es el emblema de la metamorfosis.

Algunos lo creen en la esfera lunar
porque todas las cosas perdidas en la tierra acaban allí.

En contraposición a la mitología vampírica de sangre y elegancia, brutalidad y melancolía —compleja hasta cierto punto porque es contradictoria en sí misma—, lo licantrópico reformula como fábula una máxima conocida: en cada persona hay un animal.

La luna, que no deja de cambiar ella misma, es el emblema de la metamorfosis.

Demuestra un antagonismo histórico entre el perro y la luna, tan estrecho que parece una alianza.

Lo materno juega un papel importante aquí, la luna está llena de energía emocional.

A pesar de todo, la luna es un requisito indispensable en el cielo de ciertas narraciones de paisaje, sobre todo para narraciones candorosas y seguras de sí mismas.

El escritor no debe en ningún caso dejar a la luna en el cielo; basta con que una botella rota brille en un dique por la noche para tener in nuce la magia del brillo de la luna.

Ya sé que se trata de una roca cósmica o, según la tradición de diversos pueblos, de un símbolo eternamente cambiante; sin embargo, no la comprendo, y la amo.

el dios, muy triste porque nunca tiene ocasión de ver las caras de la gente de noche, momento en el que beben, bailan y se regocijan, intenta espiarlos una vez, pero, al aparecer su cara por el horizonte, la gente se sorprende y cree que ya es de día, por lo que dejan de festejar y vuelven al trabajo. El dios se desespera por no poder participar de esa sublime perspectiva, Vulcano le fabrica una máscara de plata, y esa tradición pasa al artesano más hábil de cada época. «“Los hombres nunca han sabido que Apolo se deja ver a menudo de noche; siempre piensan que es una pálida diosa”.