No sé ellos. A la larga, dicen, todo el mundo se acostumbra al peso de estar vivo; yo no estoy nada segura de eso. Cada mañana, cuando mi tío José Antonio salía a trabajar al campo, decía: «¡Me voy a la guerra!». Seguro que hay gente que va a la guerra a diario, pero no es un eufemismo. Y caminan y caminan hasta que se hacen callos. Pero eso no es acostumbrarse, eso es hacerse callo