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Alex Michaelides

La paciente silenciosa

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  • Yuliana Martinezidézett2 évvel ezelőtt
    Y entonces, aquella noche en Cambridge, por fin comprendí lo que había recreado sin saberlo, la mina antipersona olvidada hacía años y que de pronto yo había pisado. Gabriel era el segundo hombre que condenaba a Alicia a morir; sacar a relucir aquel primer trauma fue más de lo que ella pudo soportar, y por eso recogió el arma y completó la tan esperada venganza contra su padre, en la persona de su marido. Como yo sospechaba, el asesinato tenía unos orígenes más antiguos y más profundos que mis actos.
  • Angie Echegarayidézett1 órával ezelőtt
    Habían tenido vidas difíciles, habían sufrido horrores que las habían llevado a refugiarse en esa tierra de nadie que es la enfermedad mental; tenían su periplo grabado en la cara, era imposible no verlo
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    Es extraño lo deprisa que se adapta uno al nuevo y extraño mundo de una unidad psiquiátrica. Cada vez te sientes más cómodo con la locura; y no solo con la locura de los demás, sino también con la tuya. Todos estamos locos, creo yo, solo que en diferente grado
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    En aquel momento no lo entendía, pero es así como funciona la terapia. El paciente delega sus sentimientos inaceptables en el psicoterapeuta, quien recibe todo aquello que a él le da miedo sentir, y lo siente por él. Y entonces, muy pero que muy despacio, le va administrando sus propios sentimientos hasta que se los devuelve. Tal como Ruth me devolvió los míos
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    Puede que esto sea difícil de comprender, pero esas lágrimas no eran de ella.

    Eran mías
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    No quería morir. Todavía no; no cuando aún no había vivido
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    Entonces no lo sabía, pero ya era demasiado tarde; había interiorizado a mi padre, lo había asimilado y enterrado en lo más hondo de mi inconsciente. Por muy lejos que corriera, lo llevaba conmigo allá adonde iba
  • Angie Echegarayidézett12 órával ezelőtt
    Intentar atrapar copos de nieve que desaparecen es de alguna manera como intentar atrapar la felicidad: un acto de posesión que al instante deja paso a la nada
  • Angie Echegarayidézett13 órával ezelőtt
    Cuando decía que estaba loco, no bromeaba. Si hoy en día lo hubiera examinado un psiquiatra, sospecho que a mi padre le habrían diagnosticado un trastorno de la personalidad, una enfermedad de la que no se trató en toda su vida. De resultas de ello, tuve una infancia y una adolescencia dominadas por la histeria y la violencia física: amenazas, lágrimas y cristales rotos
  • Angie Echegarayidézett13 órával ezelőtt
    Bueno, claro que quería ayudar a la gente. Pero ese era el objetivo secundario, sobre todo en la época en que empecé los estudios. Mi verdadera motivación fue puramente egoísta. Lo que buscaba era ayudarme a mí mismo. Creo que eso nos ocurre a la mayoría de los que nos dedicamos a la salud mental. Nos atrae esta profesión porque estamos heridos; estudiamos psicología para sanarnos. Que estemos dispuestos a admitirlo o no es otra cuestión.

    Como seres humanos, los primeros años de nuestra vida residimos en un territorio anterior a la memoria. Nos gusta pensar en nosotros mismos como si saliéramos de esa bruma primigenia con el carácter completamente formado, igual que Afrodita surgiendo perfecta de la espuma del mar. Sin embargo, gracias a la creciente investigación en el desarrollo del cerebro, sabemos que eso no es así. Nacemos con un cerebro a medio formar, más parecido a un trozo de arcilla fangosa que a un dios del Olimpo. En palabras del psicoanalista Donald Winnicott: «No existe eso que llamamos “bebé”». El desarrollo de nuestra personalidad no tiene lugar de forma aislada, sino en relación con otras personas; somos formados y completados por fuerzas que ni se ven ni se recuerdan. En concreto, nuestros padres.
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