Southey no hubiera metido las narices donde no lo llamaban, y donde no estuvo nunca, y donde nunca volverá a
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tratado con más amabilidad. La manera como ese pobre perturbado, el Laureado, establece sus juicios en el otro
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otro tema. Pero al intentar canonizar a
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él denomina «la consideración de las leyes a las publicaciones de otros», sean las que sean? No voy a decir nada de la cobardía de semejante aseveración: su insensatez habla
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algunas breves cuestiones que quiero plantear. Primera. ¿El señor
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señala efectivamente para que la justicia lo tenga en cuenta, añadiendo de este modo a sus otros laureles la ambición de los chivatos. Si existe
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la torpe insolencia, la intolerancia
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inmediato a pesar de las persecuciones políticas y judiciales. Se ha llegado a decir que la merecida fama de Southey como poeta nunca se ha recuperado del ridículo al que lo sometió Byron. José C. Vales